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Régimen de Daniel Ortega creó una «fantasía» sobre la pandemia, asegura Gioconda Belli

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Gioconda Belli escritora y poeta nicaragüense aseguró a través de una entrevista para CNN que el régimen de Daniel Ortega ha creado una fantasía sobre la crisis sanitaria para hacer creer que la situación en el país centroamericano no es grave “Uno tiene la impresión de que esta siendo gobernados por personas que están alucinando o que están creando una fantasía donde quieren que vivíamos nosotros con ellos y esa fantasía ha hecho que no le den importancia a la pandemia y para quitarle la importancia y decir que esa pandemia iba hacer nada mas como un gripe… empezaron hacer actividades masivas” Explica Belli.

Asimismo, destacó que la dictadura de Ortega y Murillo “hicieron como una obra de teatro con todo el país y cayeron en la ilusión y ahora estamos sufriendo a partir de mayo se han multiplicado exponencialmente los casos de personas que han sufrido y que han muero, y ellos siguen negando la verdadera cantidad de gente que han muerto” agregó la poeta nicaragüense.

Belli comentó que hasta la fecha en Nicaragua van mas de mil personas fallecidas a causa de la Covid-19, además agregó que los centros hospitalarios de Nicaragua están a su tope.

“Rosario Murillo tiene la convicción tal y como lo dijo un periodista oficialista que para el 19 de julio se acaba la pandemia por obra y gracia de la magia de nuestra primera dama” dijo sarcásticamente Gioconda Belli ante las cámaras de CNN.

La escritora también destacó el complicado escenario que viven los médicos y periodistas ante la enfermedad y las decisiones gubernamentales “este gobierno ha cerrado los ojos ante esta situación y nos esta exponiendo a todos a enfermarnos y morirnos, no entendemos que está pasando” dijo Belli.

 

Mis preguntas a los sandinistas en tiempos de pandemia

Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Este virus no distingue entre sandinistas y no sandinistas.

Fui sandinista de 1970 a 1993. Sé lo que es la lealtad y la fe en una causa. Sé el efecto que tienen las asambleas, los discursos, los jefes con sus portes heroicos. También sé lo que es esperar por sueños que nunca suceden; la arrogancia de los dirigentes para oír críticas, el miedo, que poco a poco se riega, de decir lo que uno siente y piensa; el miedo a ser acusado de “contra “o convertirse en paria. O sea, comprendo por lo que están pasando muchos de ustedes, porque muchos de nosotros lo vivimos incluso en la época más romántica y vital de la revolución; esa que muchos de ustedes ni conocieron pero que se les vende como un sueño “cristiano, socialista y solidario”; un sueño que le costó a Nicaragua, más de 30 000 muertos, muertos que eran campesinos, que era nuestra propia gente nicaragüense, que se rebeló contra la falta de democracia y el autoritarismo que se impuso en los 80, pero que poniéndoles el rótulo de “contras” nos enseñaron a odiar, haciéndonos creer que hacerlo era ser “antimperialista”, hijos de Sandino y de Carlos Fonseca.

Las ideologías, cuando son impuestas y reclaman lealtad hasta la muerte, son muy peligrosas. Ceder la opinión propia, la capacidad de analizar y pensar, es muy peligroso; uno se convierte en oveja, en carne de cañón, en recitador de consignas, en opresor; uno se convierte en todo lo que pensó no era ser revolucionario: en chivato, agresor y asesino de su propia gente.

En esta pandemia terrible, que se está llevando a nuestros hermanos y hermanas, en muertes súbitas donde ni los podemos acompañar a sus últimas moradas, no puedo dejar de sentir profundo dolor. Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Y a eso quiero referirme, al engaño que ha sido una constante de este régimen de Rosario Murillo y Daniel Ortega; ese engaño que nos está enfrentando y causando grandes males a este país. Y la única manera de salir de ese engaño es no negarnos a ver la realidad.

  1. Qué acaso no dijeron el comandante y la “compañera”, que para esta pandemia ellos estaban preparados; que, con salud comunitaria, con brigadas de salud, ¿no había de qué preocuparse porque ellos lo tenían todo bajo control?
  2. ¿Qué no dijeron que sería como una gripe, como un catarro? ¿Que no había que quedarse en la casa porque se vendría abajo la economía? Si hubieran sido más sabios y preocupados, hubieran dispuesto dar ayuda alimentaria, ayuda para pagar deudas, ayuda económica, hubieran cuidado a los que tenían que seguir ganándose el pan. Lo han hecho otros Gobiernos de Centroamérica. Pero aquí, en Nicaragua, ellos no. No han bajado los enormes precios del agua, la luz, los teléfonos; no han hablado con los bancos para que hagan una moratoria para los préstamos. Este Gobierno no ha hecho nada para ayudar a los más pobres. Los mandó a la calle a contaminarse para no parar la economía y tener excusas para no ayudarles económicamente.
  3. ¿Qué acaso no los hicieron marchar en molote, los invitaron a fiestas, los animaron a no hacer caso de los llamados de la sociedad civil, de la Alianza y la Unidad a cuidarse? ¿Qué acaso no dijeron que quienes les decían que había que cuidarse eran alarmistas, que lanzaban noticias falsas porque lo que querían era hacer un “golpe de Estado”, como falsamente llamaron a la Rebelión de Abril de 2018? Uno hasta podría pensar que han querido que todos nos enfermemos, que haya una gran catástrofe para así poder posponer las elecciones.
  4. ¿Cómo se explican que el Minsa decía que no había “contagio comunitario” y en Cuba, cinco nicaragüenses llegaron infestados? ¿Cómo se explican que el Minsa haya reportado 25 casos una semana, y 254 en la otra y ahora, que ya no pueden seguir tapando el sol con un dedo, reportan 480 nuevos casos positivos y 18 muertos? ¿De veras creen ustedes que solo 18 personas han muerto?
  5. Nos han mentido. Y esa mentira nos está costando vidas que pudieron haberse salvado con una política de salud más racional, con solo seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.
  6. ¿Cómo pueden aceptar que se siga arriesgando a nuestra juventud y niños, obligándolos a ir a clases, arriesgando a los profesores, de los cuales ya han muerto tres y muchos están contaminados y yendo aún a trabajar por miedo a que los despidan?
  7. Poco les faltó para decir que la oposición había inventado el virus con sus “cerebros deformes y extraterrestres”

Somos el país que tiene más altos funcionarios condenados mundialmente por violaciones a los Derechos Humanos por la matanza de 2018; con presos políticos que se están muriendo en la cárcel sin que se les brinde ninguna compasión, gente que por izar una bandera está presa. Hay 100 000 nicas en el exilio pasando las negras. La Policía  nos vigila, los del barrio nos vigilan, hay patrullas y antimotines en las calles por miedo a que la gente vuelva a manifestarse, cosa que es un derecho ciudadano. Mientras otros países han repatriado a sus conciudadanos atrapados en el extranjero por la pandemia, aquí se les ha prohibido la entrada.

Este virus, como bien se advirtió, no distingue entre sandinistas y no sandinistas. No es el “ébola de los ricos” como alguien dijo. Quienes más han andado en la calle, asistiendo a eventos organizados por el Gobierno, han tenido más riesgos. Por eso han muerto policías, secretarios políticos, y están graves alcaldes. Mientras ustedes andaban en la calle, el comandante y su esposa, se han quedado guardados, bien guardados. No los hemos visto visitar barrios, ni hospitales para ver cómo está su gente.

Y siguen los engaños y los secretos: A los médicos no les dejan decir a los familiares qué es lo que pasa con sus enfermos. Entierran personas sin decirle a la familia. Las cifras del MINSA no son exactas, no lo han sido desde el principio. Mucha gente todavía sigue creyendo que las advertencias sobre la pandemia son exageradas cuando todos debíamos andar con mascarillas, guardar la distancia, no asistir a eventos con el montón de gente.

El libro blanco que sacaron en esta semana echa la culpa de la crisis económica a los imperialistas y a los vendepatrias y dice que por eso el país estaba menos preparado. Pero si el país estaba menos preparado, ¿por qué no se tomaron más precauciones?

Tras trece años del Gobierno de Ortega-Murillo seguimos siendo el segundo país más pobre de América Latina, ¿cómo se les ocurrió entonces aplicar el modelo de uno de los países más ricos y desarrollados de Europa, el “modelo sueco” que, por cierto, está fallando? Ya llevan más muertes que Dinamarca, Alemania y otros países que sí se cuidaron.

A mí, como nicaragüense y que conocí de cerca el sandinismo original de la lucha contra la dictadura, me inspira profunda rabia y dolor esta versión cruel, incompetente donde dos personas se han apropiado del país. Ellos se han hecho dueños y señores de nuestro destino y de la conciencia de tanto buen y abnegado compañero a través de engaños de la peor especie.

No podemos aceptar que nos manden a confrontarnos siempre, no podemos vivir como enemigos eternamente. Quién maneja un país a punta de engaños y de enfrentar unos contra otros amenazando con armas, no merece ninguna lealtad.

Si ustedes no ven ahora la ceguera y voluntarismo con que Daniel y Rosario han tratado esta pandemia, el engaño del que los han hecho cómplices arriesgando sus vidas y las de sus familias, ustedes perderán no solo sus derechos como militantes -si es que aún tienen alguno- sino que estarán condenando a ese sandinismo en el que creen al repudio y rechazo de todo el pueblo.

https://confidencial.com.ni/mis-preguntas-a-los-sandinistas-en-tiempos-de-pandemia/

Gioconda Belli: “Están creando su propia destrucción”

Publicado el 27 abril, 2020 a las 10:35 am

La poeta Gioconda Belli ha sido definida  como una “mujer sin miedo que construyó su propia revolución a través de las palabras”. Ella conversó Radio Darío en  el programa ¡Aquí Estamos! donde también la definimos como esa palabra fresca que nos dignifica como país. En verso o prosa sus obras hacen de  Nicaragua una tierra afortunada de tenerla entre sus ciudadanas.

Belli, nació en Managua pero también se considera “medio leonesa”. Su madre Gloria Pereira, era originaria de León, al igual que su  abuelo Francisco Pereira Baldizón, propietario de  un aserrío en esta ciudad universitaria, “mis vacaciones en la niñez las pasaba en Poneloya”  nos compartió la escritora.

Con ella conversamos acerca de los  embates del régimen de Daniel Ortega contra las y los escritores, habla del “boicot” a la misa de cuerpo presente del poeta Ernesto Cardenal y del rol de las mujeres en la rebelión de abril. Aquí el resumen.

Kathia Reyes (K.R.) A partir de la rebelión de abril hay represión pero también resistencias. La literatura nicaragüense, las y los escritores, ¿han sido blanco de ataques? ¿Cómo han resistido?

Gioconda Belli (G.B.) Hemos resistido como todo el pueblo. Por un lado vivimos la euforia de la libertad, pero unos días vivimos la represión, que fue tan violenta no solo físicamente sino contra nuestros corazones. Nos traicionaron, quedamos muy marcados. Seguir resistiendo es difícil, a nivel de tiranía, tiranía absoluta, pero estoy convencida que esto no va a durar 

(K.R.) ¿Usted alguna vez pensó vivir lo de Somoza, encarnizado esta vez en la cara de su otrora líder?

A mí nunca me gustó Daniel Ortega, lo he dicho muchas veces y lo escribí en mi obra El país bajo mi piel. No lo he dicho después de abril. Dejé el frente en 1993, precisamente cuando Ortega empezó a revelar quién era él realmente y usurpó el Frente Sandinista que tanta gente habíamos construido con tanta sangre y esfuerzo.

(Ortega)Quería usurpar el poder, quería seguir siendo violento, recuerdo a Doña Violeta que se le armó ese gobernar desde abajo con asonadas, barricadas y acciones muy violentas en las calles. Gran parte de nosotros  no queríamos seguir con esa violencia, queríamos  hacer una oposición más constructiva, el pueblo estaba realmente cansado y por eso el frente sandinista se dividió 

(K.R.) Ernesto Cardenal cumple casi dos meses de muerto. ¿Cuáles fueron los motivos de Rosario Murillo para banalizar su misa de cuerpo presente?

(G.B.) La mezquindad más grande que vi jamás , Ernesto era un ser muy espiritual, una persona que dejó un legado enorme para nicaragua, de las personas que más  contribuyó con su palabra… Ernesto tenía esa capacidad de que su voz trascendiera y su voz se escuchara alrededor del mundo 

Yo fui una de las que propuse que hiciéramos la misa en la Catedral de Managua para que llegara la gente y Ernesto recibiera el abrazo de la gente que había sido su objetivo. De repente que llenaran la Catedral de toda esa gente para boicotear la celebración me parece el gesto más bajo. Es la revelación de una mente que no está bien, que tiene una sed de venganza muy grande. 

Yo fui víctima de un  hombre que de repente empezó atosigarme y a decirme traidora. Es bien triste que le hayan metido a la gente del frente que está ahora ese odio profundo contra los que no piensan como ellos , contra quienes  criticamos. El odio no ayuda a que este país sea mejor, no van a lograr nada.

(K.R.) En medio de una pandemia y con un Ortega poco visible y notablemente desmejorado. ¿Qué cambios pronóstica para un futuro inmediato en nuestro país. 

(G.B.) Es una pandemia totalmente desconcertante , miles de muertos en países que tienen todos los recursos. Lo más terrible que nos está pasando es la incertidumbre que produce esta enfermedad…yo pienso que esta epidemia va  a ser como un terremoto. 

Ya solo falta que esta copa rebase. Esta gente (el gobierno) están creando su propia destrucción. ¿Cómo es posible que este Daniel Ortega no haya brindado ni una conferencia de prensa a su propia gente, a sus propios periodistas?. El discurso de Rosario Murillo es el de una persona que no está en sus cabales

(K.R.) Reconocemos los aportes de la sociedad civil, campesinos y los universitarios. ¿Cómo definiría el aporte de las mujeres en el  proceso que inició en abril 2018?.
(G.B.) Las mujeres somos lo máximo en este país. En el mundo que viene después de la pandemia las mujeres deben jugar un rol más importante. En el sector estudiantil las mujeres tienen una presencia rotunda así como  en la Alianza Cívica, en la UNAB. En todas las formas de organización de la resistencia las mujeres han tenido un papel muy destacado. tenemos a Doña Francisca, Bianca Jagger, han estado en la primera fila desde el principio. Ahora tenemos que crear una política  más feminista. Nosotras damos la vida y cuidamos la vida , Nicaragua necesita cuidadanas.

 

Algo huele a podrido en Nicaragua

Seis millones de nicaragüenses estamos expuestos no sólo al coronavirus, sino al actuar inconcebible del Gobierno de Ortega, el más desquiciado o maquiavélico del mundo

Partidarios de Daniel Ortega participan en una manifestación para
Partidarios de Daniel Ortega participan en una manifestación para Carlos Herrera EL PAÍS

Mientras en todo el mundo los países intentan frenar el tránsito de personas, cierran sus fronteras, imponen la distancia social y el aislamiento domiciliar, en Nicaragua el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, con una política que supera los anales más oscuros del realismo mágico latinoamericano, pareciera empeñado en darle la bienvenida a la epidemia abriéndole todas las puertas.

En Nicaragua las autoridades declaran que no se cerrarán fronteras, ni se pondrá en efecto una cuarentena. Más aún, el sábado 14 de marzo, la primera dama ––poder vengativo e implacable del país––, Rosario Murillo, que es además la vicepresidenta de su marido el presidente, ordenó concentraciones en las principales ciudades y pueblos del territorio nacional. Convocadas como marchas de solidaridad con los pueblos afectados por el virus, la señora bautizó la concentración de sus partidarios y funcionarios estatales, como “El amor en tiempos del COVID 19”, una siniestra referencia literaria a la gran novela de Gabriel García Márquez. Incomprensible y rayano en la locura, resultó el espectáculo de la gente marchando aglomerada, al lado de carrozas decoradas con grandes afiches de ella y su esposo, donde personal de salud hacía la pantomima de atender en el hospital a un ciudadano que hacía las veces de enfermo postrado en una camilla. Detrás de esa escena de feria, chicas vestidas de enfermeras se contoneaban bailando con rótulos que mostraban los pasos para lavarse las manos, en un suelo pleno de globos rosas y verdes.

Desde abril de 2018, tras la rebelión popular que demandaba la renuncia de Ortega, los nicaragüenses hemos aprendido que la dictadura es capaz de rebasar una y otra vez nuestra capacidad de espantado asombro. En su mesiánica cruzada por recuperar el poder amenazado, el régimen arremetió contra su pueblo con todo el poder de su aparato represivo. Trescientas y tantas muertes más tarde, vivimos amenazados, vigilados y asediados. La policía y los antimotines son omnipresentes. No hay leyes que nos protejan. Secuestran y encarcelan personas a diario sin argumentos ni orden judicial, se acosa a familias opositoras; la dictadura decreta duelo por la muerte del poeta Ernesto Cardenal y luego manda partidarios fanatizados a impedir la solemnidad de su misa fúnebre. En las montañas, campesinos opositores aparecen asesinados por la espalda cada semana. Golpean periodistas con saña y han confiscado los medios más importantes. Sin embargo, con voz de santa agraviada, la señora Murillo, en su diaria alocución de mediodía, afirma su amor a Dios, a la paz y predica el odio contra los grupúsculos “satánicos” que osaron desafiar el paraíso que ella cultivaba para su pueblo.

La pandemia del coronavirus en medio de esas circunstancias y del desatino y desinformación a que nos somete esta pareja, ha venido a agravar el sentimiento de indefensión y vulnerabilidad en que nos encontramos en el país. Es desconcertante percibir semejante falta de cordura en un momento tan grave como éste. El asombro se transforma en miedo al vernos expuestos al actuar de una pareja que, durante las protestas de abril 2018, prohibió que se les brindara atención médica a los jóvenes heridos en la revuelta. Alvarito Conrado, de 15 años, con un disparo en el cuello murió cuando no lo recibieron en emergencias de un hospital público. Cientos de médicos fueron despedidos meses después por desobedecer la inhumana directiva de la ministra de Salud.

A diferencia de los otros gobiernos de Centroamérica que han declarado estados de emergencia, Ortega y Murillo no sólo hacen alarde de los cruceros que siguen arribando a nuestros puertos del Pacífico, si no que mandan que sean recibidos por niñas con trajes típicos que abrazan a los turistas al pisar suelo nicaragüense. Para la próxima Semana Santa, el Ministerio de Turismo anuncia que ha organizado ochenta actividades recreativas. Habrá maratones de baile, festival gastronómico, festival de las reinas del verano, fiestas al aire libre en las playas más concurridas, festivales de música, de comparsas, concurso de esculturas de arena; en fin, suficientes eventos públicos como para que el coronavirus se reproduzca sin freno y contagie sin remedio a centenares en nuestro hermoso y desgraciado país.

Un policía que nos detuvo para pedirnos documentos a mi esposo y a mí, expresó con gran sonrisa su convicción de que el coronavirus no llegaría a Nicaragua. “Aquí no viene porque hace calor”, dijo. Es lo que Murillo ha repetido como mantra en sus diarias alocuciones. Aunque aún no se ha registrado oficialmente ningún caso, ya la embajada de Estados Unidos ha pedido a sus nacionales que abandonen el país previendo un posible colapso del sistema de salud.

Seis millones de personas en mi pequeña patria estamos así expuestas no sólo al coronavirus, sino al actuar inconcebible del gobierno más desquiciado o maquiavélico del mundo.

Al escribir esto, me viene súbito el recuerdo del libro de Philip Gourevitch sobre el genocidio en Ruanda. El título cita la carta de un pastor que iniciaba con la formalidad de esta frase: “Escribo para informarle que mañana vendrán a matarnos con nuestras familias”.

Parafraseando a Shakespeare: Algo huele a podrido en Nicaragua.

En el Día Internacional de la Mujer
Gioconda Belli: «Rosario Murillo maneja peor el poder que un hombre»

Las integrantes de la Alianza Cívica denunciaron que las mujeres nicaragüenses en el contexto de la crisis han sido «asesinadas, encarceladas, torturadas, violadas y obligadas al exilio»

 

En el marco del Día Internacional de la Mujer, las integrantes de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) a través de un pronunciamiento denunciaron las acciones violentas de las que han sido víctimas por parte de los oficiales de la Policía sancionada por Estados Unidos y grupos afines del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

“Las mujeres de este país hemos sufrido las consecuencias de ubicarnos en la primera fila de las protestas y demandas (…) hemos sido asesinadas, encarceladas, torturadas, violadas y obligadas al exilio”, denuncia parte del pronunciamiento en el que exigen a la tiranía el respeto a la vida y el espacio de las féminas en el país.

La poetisa y escritora Gioconda Belli condenó el actuar de la vicepresidenta Rosario Murillo en lo que respecta a la defensa de la mujer nicaragüense y mencionó que “no todas las mujeres tienen mentalidad de mujeres, hay quienes se apegan al concepto patriarcal al poder y Rosario Murillo es una de ellas, porque maneja el poder peor que un hombre”.

Las integrantes de la Alianza Cívica denunciaron que las mujeres nicaragüenses en el contexto de la crisis han sido "asesinadas, encarceladas, torturadas, violadas y obligadas al exilio". Foto: Álvaro Navarro / Artículo 66
Las integrantes de la Alianza Cívica denunciaron que las mujeres nicaragüenses en el contexto de la crisis han sido “asesinadas, encarceladas, torturadas, violadas y obligadas al exilio”. Foto: Álvaro Navarro / Artículo 66

Las mujeres, en la voz de Belli, también condenaron la manipulación que hace el régimen “en el número de estadísticas de mujeres a las que obligan a la obediencia ciega y partidaria y complicidad con sus crímenes (…) la concentración de la Policía en la represión a sus conciudadanos ha desatendido a su población y ha dado resultado de múltiples muertes de mujeres víctimas de violencia doméstica”.

Igualmente, rechazaron el Estado de sitio de facto que se vive en Nicaragua que “pone sello a la violencia institucionalizada que sufrimos es por eso que proclamamos nuestro compromiso de no dejar de lado la lucha por la igualdad mientras avanzamos contra la derrota de la dictadura (…) este ocho de marzo, hacemos un llamado a los hombres nicaragüenses a meditar sobre su comportamiento contra las mujeres, a respetarnos como seres libres y dignas de tomar nuestras propias decisiones sin tener que pagar incluso con nuestras propias vidas”.

El grupo de al menos seis mujeres de la agrupación política vistieron de color negro y blanco. Como es costumbre, en las afueras de la Parroquia Divina Misericordia se encontraban apostados los oficiales de la Dirección de Operación Especiales Policiales (DOEP) asediando el pronunciamiento. Belli, integrante de la Alianza Cívica, expresó que “es una forma ilegal de no dejar que la gente se manifieste en lugar cerrado”.

https://www.articulo66.com/2020/03/08/gioconda-belli-rosario-murillo-maneja-peor-el-poder-que-un-hombre/

La dictadura y su intento de falsificar el Festival de Poesía de Granada

 

La única poesía que cabe es la de protesta; la libertad es un bien precioso que no podemos sacrificar en altares de ídolos con pies de barro

Esta mañana me he enterado que Rosario Murillo anunció un Festival de las Artes que pretende sustituir al Festival Internacional de Poesía de Granada, que la Directiva decidió cancelar en diciembre de 2019. Tuvimos un momento de optimismo en que pensamos que podríamos hacerlo en pequeño, en espacios cerrados, pero el incremento en la represión indiscriminada y el ambiente cada vez más de cárcel en que vivimos, el rechazo que muchos expresaron a la idea y sobre todo la noción de que era imposible crear un espacio de libertad donde no existe la libertad, nos llevaron a cancelarlo por segunda vez y volver a convocar a un festival virtual.

Como poeta, me opongo y protesto por esta movida del régimen que haciendo ostentación de su proverbial oportunismo, pretende sustituir, con un festival invocado para desplegar sus mensajes de propaganda, y usar los artistas adeptos al régimen o los que, confundidos, acepten venir, para seguir cultivando la idea de que todo está normal y engañar a la población dándoles espectáculos destinados a endiosarlos y celebrarlos.

La verdadera poesía no puede celebrar nada en este país.  La verdadera poesía no puede olvidar que estamos de luto por incontables muertes de los que protestaron y de los que son asesinados en los campos y montañas por manos invisibles e impunes de paramilitares. La verdadera poesía no puede celebrar nada en un país donde la mayoría estamos condenados a soportar abusos sin nombre: secuestros, la cárcel injusta de más de 65 personas, impuestos exagerados, un sistema judicial manipulado, y la concentración de poder de un régimen dictatorial. La verdadera poesía no puede aceptar el hostigamiento, el asedio, la presencia de policía en cada rincón donde se intente expresar el disenso. No puede convivir bajo un cielo manchado de sangre, donde se le impide a la población salir a las calles, donde los medios de comunicación han sido clausurados y los periodistas son objeto de atropellos, robo de sus equipos y maltratos.

La verdadera poesía no es indiferente a las mujeres asesinadas a diario en un estado que se proclama internacionalmente como constructor de la igualdad, y donde los crímenes y violaciones son rampantes y no hay quien defienda la dignidad ni la integridad física de las mujeres.  La poesía se duele por los que han perdido sus trabajos, por los que por mantenerlo se ven obligados a perder su dignidad fingiendo un apoyo que no sienten por el régimen.

La única poesía que cabe en este país es la de protesta, la que nos recuerde que la libertad es un bien precioso que no podemos sacrificar en altares de ídolos con pies de barro.

Como poeta considero una afrenta a nuestro trabajo de años por hacer un festival digno de este país esta intentona del régimen por falsificar y darle a pueblo ruido y fiesta, ignorando que, de abril 2018 para acá, desde que se quitaron la máscara y demostraron la crueldad de la que eran capaces, no hay en Nicaragua más poesía que la lucha por recuperar la libertad.

Gioconda Belli: “Las mujeres mezclamos menos que los hombres el poder y el sexo”

Gioconda Belli: “Las mujeres mezclamos menos que los hombres el poder y el sexo”
Ana Nance

La escritora nicaragüense y antigua luchadora sandinista contra el régimen de Somoza es una mujer de fuste que no tiene ningún problema en asumir sus convicciones y su evolución. Fue revolucionaria y ya no cree en la revolución. Abandonó la izquierda dura y se hizo socialdemócrata. Hoy su obsesión se divide entre su obra literaria, su familia y la crítica sin piedad a la “dictadura sangrienta” de Daniel Ortega.

ACTIVA EN LA lucha sandinista durante décadas, Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 71 años) se jugó la vida para derrocar al dictador Somoza. Hoy defiende a la vez feminismo y feminidad. También la “cuidadanía” de las mujeres como forma de ciudadanía.

La mujer habitada, El país de las mujeres o De la costilla de Eva, muchas de las novelas y poemarios que le han reportado premios —como el Biblioteca Breve o el Sor Juana Inés de la Cruz—, se han convertido en obras emblemáticas para el MeToo. No hace falta que asegure que se cuida. Nada en el físico “comeaños” —como ella lo describe— delata no ya la edad, sino la dureza de la guerrillera que fue hace 25 años. Discrepancias con la dirección del Frente Sandinista —hoy en el poder— la apartaron de la política. Además de criar a sus cuatro hijos en Estados Unidos, se dedicó a escribir novelas. La última, Las fiebres de la memoria, habla en primera persona desde la piel de un hombre para tratar de entender el origen de su padre. En Madrid, donde participó como jurado en el Premio Loewe de Poesía, concedió esta entrevista.

Escribió su autobiografía —El país bajo mi piel: memorias de amor y de guerra— con 49 años. ¿No podía esperar más?

Quería abrir una ventana sobre una parte de mi vida. Cerré mi capitulo como guerrillera.

¿Qué ha marcado más su vida, sus cuatro hijos, la literatura o la lucha clandestina?

Esa lucha se convirtió en mi vida. Había un sentimiento de comunión con el resto de guerrilleros. Formábamos un solo cuerpo porque los compañeros se morían. Allí encontré la literatura que me reveló mucho de mí misma y de mi relación con el mundo. Pude ver la maternidad no desde la visión tradicional, abnegada y sacrificada, sino desde un punto de vista abierto a la discusión. Todas las mujeres llevamos dentro una mujercita que nos está diciendo cómo deberíamos portarnos y nos empuja al sacrificio. Esa es la primera a la que debemos callar.

Es contradictoria: siendo dirigente en la lucha clandestina, decide pasar a ser la secretaria de su amante: Modesto —alias de Henry Ruiz—.

Me vi reducida a un guiñapo de mí misma. Me entregué al amor hasta la humillación.

¿Una entrega sin reservas es humillante?

No tiene por qué, yo me entrego siempre que me dejan. El asunto está en cómo escoge uno a quién se entrega. A veces las mujeres fuertes buscamos hombres que no nos merecen, justamente porque no nos quieren fuertes y se pasan el tiempo tratando de bajarnos el moño. Eso es lo que sentí en esa relación. Una parte de mí quería que él me siguiera queriendo. Y otra parte se negaba a aceptar los términos en que él me quería querer.

Sus memorias y las últimas décadas en Nicaragua dejan clara la diferencia entre ideales y realidad.

Busqué en el socialismo la utopía humanista que existía en mi imaginación: una sociedad igualitaria, justa, ­respetuosa…

¿El comunismo es una utopía?

Sí. Pero aspirar a crearla es mejor que no aspirar a nada y quedarse contemplando lo poco utópica que es la sociedad en la que vivimos.

¿Por qué dan miedo los cambios sociales profundos?

Venimos de organizaciones sociales con valores como el patriarcado con los que se organizó el mundo. La entrada de las mujeres cambia la sociedad igual que cambió el modo de producción con la revolución industrial. Algo que parecía tan positivo y permanente como la democracia ya no sabemos cómo va a ser.

La revolución en Nicaragua se quedó en el intento.

Peor: dio la vuelta completa hasta volver al principio y convertirse en otra dictadura. Nicaragua es el país de Sísifo: siempre estamos tratando de subir la piedra y al vislumbrar la cima caemos rodando. Desde la independencia de 1821 se repite la historia. En política, el líder no suele ser el mejor, sino el más hábil y el más astuto.

¿Y el sandinista más astuto fue el actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega?

Sí. Aprovechó la noción que tenían los demás de él como apocado para hacerse con el poder. La timidez fue una máscara, que todavía usa, para esconder al tigre que llevaba dentro.

Gioconda Belli (primera fila, segunda por la derecha), en un acto sandinista en los ochenta.
Gioconda Belli (primera fila, segunda por la derecha), en un acto sandinista en los ochenta.

La máscara no le sirve: su presidencia acumula muertos.

Se le cayó desde abril de 2018. Aunque lo veíamos venir, jamás pensé que fuera a ser tan cruento y falto de compasión. No pensé que se fueran a sentir tan amenazados en su poder como para reaccionar de la manera violenta con la que lo hacen.

Ha escrito en contra de Rosario Murillo, la primera dama y vicepresidenta.

Solo pasa en House of Cards y en Nicaragua.

Sin embargo, usted la ocultó en su casa cuando era sandinista.

Sí, pero hace un año escribí acusándola de convertir en adversarios a los que no están a su lado y de hacer pasar a los agredidos por agresores. Le decía que no tuviera miedo, que su pueblo no es asesino.

Explicar lo contrario de lo que ha ocurrido es un clásico.

Sí. Tiene un carácter vengativo y, bajo una máscara de dulzura, es capaz de meter el puñal por detrás, como una Lady Macbeth de Shakespeare. Ha llegado donde está por la miseria de los demás. Es muy organizada, algo poco habitual en Nicaragua. Su idea del poder es absoluta.

Vive en Nicaragua. ¿No le da miedo hacer este tipo de declaraciones?

No. Pienso que tengo una posición de privilegio y mientras la pueda usar para decir la verdad la usaré. No temo por mis hijos porque están fuera.

Las cifras de muertos en Nicaragua de la ONU y de Ortega discrepan.

“Todas las mujeres llevamos dentro una mujercita que nos empuja al sacrificio. Esa es la primera a la que debemos callar”

La presión internacional puede forzar cambios nacionales. Nadie pudo prever lo que sucedió en abril de 2018 cuando empezaron a matar gente porque se sintieron cuestionados. Administraban el país con acuerdos con las empresas privadas. El país crecía. Lo tenían todo controlado: ejército, policía, Corte Suprema… Y de pronto pusieron una ley: el seguro social iba a cobrarles el 5% a los jubilados. Hubo protestas. Daniel Ortega estaba en Cuba y Rosario Murillo mandó reprimirlas. No se dio cuenta de que vivimos en otra época. La gente filmó las palizas y la matanza de 23 estudiantes. Las imágenes de los supuestos liberadores recordaban las del tiempo de Somoza.

¿Las grabaciones de los móviles desenmascaran la realidad o la falsean?

Las dos cosas. En la BBC aprendí que Rosario Murillo consiguió la vicepresidencia tras ocultar el abuso sexual sistemático que Daniel Ortega ejercía sobre su hija Zoilamérica. La hija denunció. Y Murillo optó por respaldar a su marido y condenar a su hija: un cálculo de poder. Luego Ortega llegó a decir que le entregaba el 50% de su poder para dar el poder a las mujeres.

¿Qué va a pasar en Nicaragua?

Creo que la libertad y la democracia volverán cuando se logre un acuerdo para tener elecciones limpias, libres y supervisadas por la ONU, como fueron las de 1989.

Estando en la lucha sandinista, el presidente Omar Torrijos de Panamá se le tiró encima…

Las mujeres que hemos estado en experiencias conspirativas hemos tenido el mismo silencio y el mismo secreto para las operaciones que para todo lo que hacíamos. Eso hacía que muchos hombres se sintieran impunes.

Gioconda Belli, durante la entrevista celebrada en el hotel Palace de Madrid.
Gioconda Belli, durante la entrevista celebrada en el hotel Palace de Madrid. Ana Nance

¿Las mujeres no mezclan poder y sexo?

Mezclamos menos que los hombres el poder y el sexo. No sé si cuando hayamos ejercido el poder mucho tiempo nos va a pasar lo mismo, pero creo que tenemos otra manera de operar. Somos más románticas.

¿Todas? ¿Rosario Murillo?

Ella le escribía poemas a Daniel.

Fidel Castro la llamó para plantearle una relación.

Pero aguantó la negativa. Pienso que tampoco supo manejar el poder y el poder lo acabó manejando a él. Acabó seducido por sí mismo: considerándose imprescindible.

A usted la llamaban “la Guerrillera Gucci”.

Una cosa son los derechos y otra el gusto personal. Nunca me he disfrazado de lo que no soy. Soy burguesa, coqueta y feminista. No me iba a poner botas de soldado para defender una ideología y ocultar mi extracción de clase. Creo que fui útil porque me podía mover en más lugares. Eso sí, cuando llegó la revolución me aconsejaron que cambiara de ropa. ¡Pero si es la que tengo, cómo me voy a disfrazar de proletaria!

Se puso el uniforme. El uniforme era ­lindo…

¿Cómo se pasa de una puesta de largo en el Country Club a la guerrilla? Mis padres nos educaron en la igualdad fomentando el respeto hacia la gente que trabajaba para nosotros. Castigaban cualquier atisbo de arrogancia. Me crie en colegio católico, pero conociendo la miseria que había en el país.

¿Su padre era empresario?

Tenía un negocio de electrodomésticos. Y mi madre fundó el Teatro Experimental de Managua. No somos una familia clásica. Mi papá no era hijo legítimo.

Lo explica en su novela Las fiebres de la memoria.

Eso nos convirtió en una familia de alcurnia sin los medios que tenían las otras. Pero con una mirada más amplia. Mi madre decía que una mujer debía ser una dama en casa pero no en la cama. Y me transmitió que el cuerpo de la mujer era la obra maestra de la naturaleza. Y la cópula, un acto sublime.

¿Qué les ha transmitido a sus hijos?

“No puede ser que la gente quede indefensa ante una dictadura sanguinaria de discurso mentiroso como la que sufre Nicaragua”

La vocación por el servicio a los demás. Puedo sonar como una monja, pero pensar en los demás tiene que ver con pensar en el futuro mundo que vamos a dejar. Eso nos empujó a la lucha sandinista, a mí y a mis hermanos. Vivimos una matanza cuando Somoza quiso ser reelegido y a un hermano lo hirieron. La combinación de repudio hacia la miseria que había entonces en Nicaragua y plantearme qué hacíamos con ese dictador hizo que cuando conocí la lucha diese con la pieza que me faltaba en el puzle.

Su trayectoria cae en contradicciones cuando tras sufrir un aborto desconfía de la sanidad pública.

A veces la vida te pone frente a tus contradicciones, que existen cuando un sistema privado es mejor que el público. El niño estaba mal. Mis padres me gritaban que fuera al hospital privado. Y mi pareja, que me quedara, por principios, en el hospital público. Pero entre mis principios y la vida de mi hijo me tragué mis principios.

¿Se ha hecho alguna operación estética?

No. Tengo el físico “comeaños” de mi familia.

Algunos hombres consideran que las feministas no distinguen entre el acoso y el flirteo…

Es una manera de negar el fenómeno en su conjunto. La posición de poder no permite insistir en un flirteo. El límite está en respetar y no someter.

Empezó a escribir poesía muy joven y dedicó un poema a la menstruación.

Me di cuenta de que la poesía era un arma. Revelaba cosas de las mujeres que no estábamos autorizadas a decir. Hablar de ellas era liberar la palabra que nos esclavizaba. Nombrar el cuerpo y la sexualidad femenina como algo natural me parecía una conquista. Las mujeres no debemos renunciar a la feminidad. Aunque algunas feministas digan que esto no existe.

¿Qué es la feminidad?

Es la cuidadanía, tan importante como la ciudadanía.

¿Y a las mujeres quién las cuida?

Nos cuidamos todos, unos a otros.

En El país de las mujeres habla de eso.

¿No es ingenuo pensar que todas las mujeres son cuidadoras…? Hay más mujeres que hombres. Si llegamos al mundo feliz de Huxley, se acaba la maternidad. Si nos sale cuidar, no debemos renunciar a hacerlo.

¿Cuándo supo que la literatura podía ser su vida?

Pensé que ser feliz era una aspiración tan válida como hacer la revolución.

¿Cómo reaccionaron sus compañeros de lucha a sus memorias?

Muchos lectores pensaron que había hecho ficción. La gente espera que una mujer capaz de dedicarse a la lucha clandestina sea dura. Una mujer libre y reivindicativa no tiene por qué ser una persona dura. Las escribí para mis hijas. Quería que entendieran lo que había vivido.

El desencanto de la revolución queda fuera de sus memorias. ¿Qué ha pasado en este tiempo?

Tengo cinco nietos. Viví en Los Ángeles y he evolucionado con el mundo.

¿Es menos radical?

Al vivir en Estados Unidos aprendí a respetar su manera de funcionar, aunque su política exterior es nefasta. Cuando te consideran uno de ellos, funciona. Me he vuelto socialdemócrata.

¿No se puede ser revolucionario a partir de cierta edad?

Todavía quiero cambiar las cosas. Pero la revolución como un cambio dramático que sucede de un día para otro no existe. Francia tardó 100 años en llegar a ser república. La historia es larga, y nuestra vida, corta.

En la última novela también habla de la imposibilidad del triunfo de la revolución.

Quise contar la experiencia de convertirte en otra persona que supone le emigración. Mucha gente oculta cosas al cambiar de país: un crimen, un origen, una identidad…

También habla de ahogar de amor.

Es una forma de amor en la que el que da no tiene centro y convierte toda su vida en una persecución del otro porque sin el otro no tiene sentido la suya. Y, claro, es imposible querer a quien decide no ser nada. Uno tiene que construirse para poder darse.

Traficó con armas, ha tenido hijos y no sabía cómo era la vida sin tener un hombre en la cabeza.

Una de las cosas que tuve que hacer para poder romper con ese amor tormentoso fue aprender a estar sola. Y aprender a querer no por necesidad, sino por ganas de amar.

¿Cuánto dura el amor?

Cambia de naturaleza. Pero siento pasión por mi marido. Todavía no soy su hermana.

Conoció al Cervantes Sergio Ramírez en la lucha sandinista…

Nos hicimos amigos cuando llegué al exilio en Costa Rica. Salimos en el mismo barco al dejar el Frente Sandinista y llegamos al Movimiento Renovador Sandinista. Muchos pensamos que había que formular un proyecto de izquierda diferente para América Latina que aceptase la realidad como era, no como la soñábamos. Se sigue necesitando. Pero Ortega nos aisló.

¿Qué mujer la ha impresionado?

Entre las vivas, Elizabeth Warren. Y me gustaba Hillary, pero falló en su proyección: era como un hombre. Me gusta Michelle Bachelet y me gustó Violeta Chamorro. No la quería al principio porque era la contrincante del sandinismo, pero maternizó al país con una inteligencia intuitiva. La necesitaríamos otra vez.

¿La revolución mereció la pena?

Mereció la pena derrocar a Somoza. Lo digo yo que estoy viva. Mis compañeros muertos cuentan otra historia.

Tuvo que morir un periodista estadounidense para que la comunidad internacional reaccionase y apoyara la revolución.

Ese es uno de los grandes problemas que sigo viendo: la indiferencia hacia los países que no son del primer mundo. No puede ser que la gente quede indefensa ante una dictadura sanguinaria que tiene un discurso mentiroso y que los diplomáticos se ven obligados a creer como la que sufre Nicaragua. El mundo desarrollado debe darse cuenta de que las guerras en otros países sí les atañen, que el precio lo pagamos entre todos. El terrorismo se encarga de eso.

¿Qué es ser revolucionario?

Tener la audacia para pensar diferente.

MANAGUA — Estamos a un año de la rebelión cívica y popular en Nicaragua que dejó más de 300 muertos en cuatro meses, casi 1500 heridos, más de 50.000 personas en el exilio y 700 presos políticos.

Desde entonces ha quedado claro que aunque la mayoría de los ciudadanos piden la salida del presidente Daniel Ortega y de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, el binomio presidencial pretende seguir en el poder a cualquier precio.

El modo de operar de la pareja en el poder es cada vez más ambiguo e impredecible y con más frecuencia recurre a discursos que aumentan en inverosimilitud: al principio argumentaba que las protestas ciudadanas eran un intento de golpe de Estado, pero después empezaron a advertir que los que se les oponen son “diabólicos”. Quizás por eso Nicaragua se parece cada vez menos a un país y más a una distopía totalitaria. A Murillo, incluso, se le conoce como la Gran Hermana, por 1984 de George Orwell. La versión distorsionada de Nicaragua de los líderes está cada vez más lejos de la Nicaragua que sus ciudadanos anhelan. Orwell parece estar instalado en mi país.

El 12 de junio desperté con un susurro: “Ayer liberaron a los presos, a todos”. Pero pronto supimos que no eran todos. La Alianza Cívica —que integra un grupo de organizaciones no gubernamentales y ciudadanos que representa a la oposición en los diálogos titubeantes con el régimen de Ortega-Murillo—, se rehúsa a regresar a la mesa de negociación hasta que no se liberen 83 presos más que la dictadura acusa de delitos comunes.

Los temas que quedan pendientes no son menores: instaurar urgentes reformas electorales y adelantar la convocatoria a elecciones. Pero hay poca confianza en que el diálogo avance. Ahora las negociaciones están estancadas, la represión se ha endurecido y el relato que se impone en mi país es uno que parece escrito por Orwell.

Después de aplastar la rebelión cívica del año pasado, el gobierno ha confiscado ilegalmente los principales medios de comunicación independientes, ha encarcelado a periodistas, ha cerrado centros de pensamiento y organizaciones de derechos humanos y ha prohibido las manifestaciones multitudinarias. Hoy, las calles de Managua son vigiladas sin descanso. Los intentos de la población de reunirse y protestar atraen decenas de patrullas y antimotines.

Frente a la actuación represiva del régimen, lo más positivo ha sido el civismo de la población que ha demostrado una disciplina admirable en su compromiso de no recurrir a las armas o la violencia. Han recurrido, en cambio, al ingenio. Los opositores de la sociedad civil usan los colores de la bandera nacional para retar a la dictadura. Quizás por ello portar la bandera nacional se ha convertido en razón suficiente para ser arrestado.

El 8 de junio en sesión extraordinaria, la Asamblea Nacional —compuesta, en su mayoría, por legisladores fieles al gobierno— aprobó una legislación que llamó Ley de Amnistía. Bajo la máscara de absolver a quienes son inocentes, se exime a policías y paramilitares represores. Y, aún más preocupante, imposibilita a los liberados a seguir protestando. El artículo 3 de la ley usa la figura de “no repetición”: si los ex presos políticos repiten el “delito”, no solo vuelven a la cárcel, sino que se reactivan sus sentencias. El periodista Miguel Mora me dijo: “¿Quieren decir que si hago otro reportaje, me encarcelan de nuevo?”.

La ley fue condenada por expertos en derechos humanos, pero, en el giro orwelliano de mi país, así fue como ese 11 de junio liberaron sorpresivamente a 56 presos políticos. En Nicaragua las celebraciones son intermedias: la ley repudiada permitió que salieran del encierro algunos de los líderes más reconocidos de la rebelión. Y, de inmediato, empezó una nueva ola de hostigamiento. Patrullas y antimotines rodearon las misas que se ofrecieron en honor de los liberados. La Catedral fue asediada por grupos de choque que hirieron con piedras y golpearon a los asistentes. La casa de Irlanda Jerez, quien se ha convertido en una figura de la resistencia civil, fue tomada por paramilitares. “Voy a seguir […] aquí, en Nicaragua, luchando y exigiendo justicia y libertad para todos”, dijo Jerez.

A pesar de las condenas internacionales y evidencias sobre la represión indiscriminada, la dictadura desestima los informes de atropellos a los derechos humanos con un cínico discurso que los convierte de victimarios en víctimas: convierten la opresión de su gobierno en una defensa ideológica. Pese a ese delirante discurso oficial, Ortega y Murillo saben que pisan arena movediza. El aislamiento, la crisis, la Ley Magnitsky que Estados Unidos aplicó a funcionarios de alto nivel del régimen y las sanciones de Canadá, les han aguado la fiesta totalitaria. Temen que si se les aplica el Nica Act o la Carta Democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA), sumadas a la peor crisis económica y social de sus años en el poder, frustre sus intenciones de perpetuarse indefinidamente.

Estamos frente a un matrimonio astuto y hábil en dividir a sus adversarios y en tergiversar el discurso público, pero la oposición continúa en un proceso de diálogo para fortalecer y ampliar la fuerza civil bautizada como Unidad Azul y Blanco. Con las reformas electorales, este grupo sería el partido idóneo para derrotar a Ortega en unos comicios futuros. Para lograr el objetivo de sacar a la pareja presidencial del poder por la vía electoral, los ciudadanos deben continuar la presión en las calles a pesar de la represión, pero también es necesario que se mantenga y profundice la presión internacional. En ambos frentes se trabaja con ahínco. Esa perseverancia tendrá que dar fruto. Solo así Nicaragua dejará de ser una distopía autoritaria y comenzará a parecerse a la democracia que los ciudadanos queremos.

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