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La disyuntiva de CxL

Convertirse en una fuerza equilibradora y asumir el reto de compartir su casilla, o contribuir a que se repita el fracaso de 2006

Cuenta la leyenda que el partido Ciudadanos por la Libertad logró su personería jurídica mediante una negociación de Eduardo Montealegre con Daniel Ortega. El dando y dando, se dice, consistió en que Ortega le perdonó a Montealegre el escándalo de los CENIS y le prometió personería jurídica para un nuevo partido (después de arrancarle el PLI en 2016) si la nueva formación política rompía su alianza con el MRS y le impedía a éste, por ende, contar con un vehículo para ir a una contienda electoral. Ortega convenció a sectores de la empresa privada del “peligro” del MRS (ahora UNAMOS)

La misma campaña de desinformación del Orteguismo, hizo circular la idea inicialmente de que la rebelión de abril había sido gestada por el MRS. Querían así intentar de que los jóvenes sandinistas que se unieron a la rebelión y que habían sido catequizados en el rechazo al MRS, se sintieran “utilizados” por éste; querían también meter en miedo a la empresa privada con la idea de un sandinismo radical que no tendría la “visión” de cogobernar con ellos. Como no les funcionó, el régimen removió la histórica memoria genética del antimperialismo y elaboraron el discurso actual del golpe de estado gestado por Estados Unidos.

Es así como Ciudadanos por la Libertad se constituyó como una opción alternativa al PLC, frente a dos sandinismos igualmente mal interpretados: el “suave” de Ortega, que en abril 2018 abandonó el espejismo con que encantó al capital y confirmó su vocación dictatorial; y el sandinismo renovado y socialdemócrata, erróneamente juzgado como “radical.”

Tras observar las diferentes apariciones y posiciones de CxL , no logro entender como un partido, que en esta circunstancia de crisis nacional, poseía una casilla que, por nueva y menos contaminada, pudo ser el vehículo para una alianza electoral unitaria, ha optado más bien por convertirse en factor de división. Es paradójico que, en vez de ofrecerse como puerta y puerto de las energías dispersas de la oposición, hayan optado por subordinar su potencial unificador y facilitador a concepciones ideológicas excluyentes.

El esfuerzo de alineación y acuerdos entre partidos que significó la Coalición Nacional, irónicamente dada a luz por la Alianza Cívica, no sólo se vio debilitada por la presencia polémica del PLC, sino por la negativa de CxL a unirse. Si CxL hubiese tenido una visión de unidad, y el interés de Nicaragua como prioridad, tendría que haberse unido a la Coalición Nacional. Allí dentro hubiese tenido, sin duda, una posición fuerte para negociar. Habría podido ganarse el respaldo de la Alianza Cívica y hasta de la UNAB y con ellos, ya sin el PLC, constituir un liderazgo unitario y solidificar la unidad, alrededor de la ventaja de una casilla nueva, con menos cola que los demás partidos.

El sesgo ideológico de CxL, se hizo evidente cuando cerró su acuerdo con la Alianza Cívica tras la salida de esta de algunos “incómodos miembros” con pasado sandinista. En la última conferencia de prensa, por otro lado, la molestia por las preguntas de los periodistas hizo que Doña Kitty, ya alterada, revelara su opinión de que tanto la UNAB, como la Coalición no representan a nadie.

Permítaseme preguntar: ¿Cuáles son las grandes agrupaciones políticas opositoras en este país?  Ciertamente que, en la sociedad civil, la diversidad de opiniones y criterios ha engendrado grupos de pequeña escala, pero esta escala varió cuando la diversidad decidió agruparse en la UNAB. Tampoco la Alianza Cívica representa ya a los sectores que fueron llamados por la Iglesia al Diálogo de mayo de 2018. Hay varias personas a título personal. El Movimiento Campesino, los partidos de la Coalición Nacional también son de número indeterminado, como lo son el PLC y el mismo CxL.

Hoy por hoy no se puede medir la fuerza de la oposición por el tamaño de cada grupo político, ni puede ser éste el criterio para conformar una alianza electoral. Lo que sí sabemos es que el descontento nacional está muy extendido, y que la voluntad de compromiso del pueblo no dependerá del número de miembros de X o Y fuerza; dependerá de liderazgos confiables, propuestas concretas y acciones que les convenzan de que sus esfuerzos y riesgos valen la pena.

Paradójicamente, es la emergencia de rostros conocidos como posibles candidatos, los que empiezan a encarnar la imagen de un futuro distinto.

¿Se ha perdido ya la oportunidad de la unidad? ¿Es todavía posible?  Creo que estamos todavía a tiempo porque lo más difícil de definir, el objetivo común, está decidido. Lo que divide son consideraciones de candidaturas, listas de diputados, y el ejercicio del poder si se llegase a derrotar a Daniel Ortega; o sea discusiones adecuadas en un ambiente normal, pero superfluas en estas condiciones. Estos pegones de personalidades y ambiciones, inevitables porque somos humanos y hemos sufrido muchas traiciones y desilusiones políticas, no son más graves que los que tuvieron que remontarse tras los acuerdos de Sapoá en 1988. Sin embargo, esta vez Ortega no enfrenta la presión que enfrentaba entonces y parece que el régimen seguirá imponiendo sus medidas represivas aún durante la jornada electoral. La posibilidad de lograr una victoria electoral de la oposición en esas condiciones requiere acciones extraordinarias y una disposición de fuerzas concentradas y no dispersas, tanto para ejercer presión como para empuñar una alternativa electoral que entusiasme y movilice a la población. La disyuntiva de CxL es, o convertirse en la fuerza equilibradora y asumir el reto de compartir su casilla, sus listas y sus recursos, o contribuir a que se repita el fracaso de 2006.  La alianza ganadora de 1990 contenía todo el espectro ideológico, desde el Partido Comunista hasta los Conservadores. El contrincante sigue siendo el mismo.

Se ha hablado de la unión en base a valores y principios. Los que debieran sostenerse sobre todas las cosas en esta coyuntura son el principio de la inclusión, el principio de la tolerancia, y de la unidad democrática frente a un enemigo común.

Dados los trucos y condiciones a los que, sin duda, apelará de nuevo la dictadura sólo valdrá la pena ir a elecciones si se garantiza una votación masiva innegable en una sola casilla, certificada por la observación internacional.

La escurridiza unidad

Quien aspire a gobernar este país, tendrá que gobernar para todos, sean del color político que sean

Hasta el 18 de abril de 2018, la oposición en Nicaragua no lograba gran cosa. Una serie de grupos organizados tales como el Movimiento por Nicaragua, Hagamos Democracia, el MRS, el Grupo de los 27, el Movimiento Autónomo de Mujeres, el Partido de Acción Ciudadana, y el más destacado de ellos, el Movimiento Campesino, se pronunciaban constantemente alertando a la población sobre la dictadura que se consolidaba. En el país se iban cerrando los espacios democráticos, pero pocos parecían darle importancia. Las convocatorias a protestas eran atendidas por los mismos rostros conocidos. La indiferencia de la mayoría, lo recuerdo bien, a muchos nos parecía inexplicable frente a la acelerada disolución que hacía el Gobierno de las bases fundamentales de la democracia. Los campesinos eran los únicos que mostraban un músculo combativo a pesar de las represalias.

Todo eso cambió -sobra decirlo- durante las jornadas de abril de 2018. El magma, el descontento acumulado y sobre todo la represión, alteró el curso de los acontecimientos de manera radical.  Quienes estaban dispuestos a dejar pasar las manipulaciones políticas de los Ortega Murillo, demostraron que no podían tolerar la violencia gratuita que turbas, policías y paramilitares, desataron. “La violencia genera violencia” dice la máxima. La capacidad organizativa opositora que faltó durante los primeros nueve años del reinado del sandinismo Orteguista surgió de forma espontánea. El país entero reaccionó como un todo.

Pocos Gobiernos alrededor del mundo han optado por la represión indiscriminada. Con menores demostraciones de repudio cayeron dictadores como Ben Ali en Túnez, Mugabe en Zimbabue, Mubarak en Egipto. Pero en Nicaragua, la dictadura institucional se convirtió en pocos meses en dictadura militar. Ortega y Murillo mostraron que defenderían su poder a sangre y fuego.

En medio de esa experiencia sangrienta, nueva para las generaciones nacidas en los 80 y 90, la retirada forzosa para proteger la vida no se consideró una derrota. Quién ha vivido la libertad y crecido bajo otras reglas, no asimila fácilmente el cambio mayúsculo que la violencia introduce en la situación política. Apegados al esquema de la libertad ciudadana que privó desde 1990, incluso durante el gobierno de Ortega con la excepción de Ocupa INSS en 2013 y la represión en el campo, las multitudes de 2018 iniciaron su proceso de organización para continuar la lucha. La percepción inicial era cortoplacista: la dictadura estaba debilitada y caería. Ninguna de las nóveles formaciones políticas se dispusieron para un largo período. Se acudió a un segundo diálogo todavía bajo la idea de que se contaba con una posición de fuerza.

El análisis que aseguraba que se podría sustituir a la dictadura a corto plazo, ya fuera a través de su renuncia o de elecciones adelantadas resultó equivocado. Ese pronóstico ha tenido consecuencias negativas para el proceso organizativo de las fuerzas políticas surgidas en abril. La euforia masiva, como dice el dicho popular, intentó poner la carreta antes que los bueyes. Esta mentalidad generó muchos de los comportamientos que obstaculizan la consolidación de una fuerza opositora unida que pueda hacer la diferencia y vencer las dificultades que enfrentamos.

La perspectiva de una victoria a corto plazo generó, por ejemplo, una temprana lucha interna dentro de las diferentes fuerzas para posicionar sus apenas elaboradas propuestas políticas como las rectoras de la Nueva Nicaragua. En vez de un proceso de análisis conjunto de las fuerzas y debilidades comunes ante un panorama diferente al esperado, las facciones surgidas de la prisa inicial por asegurar el rumbo ideológico y político del nuevo poder han permanecido atrincheradas y a menudo en furiosa competencia. Para unos había que evitar que la izquierda se apoderara del poder, para otros, que lo hiciera la derecha. Lo peor es que esa competencia no se ha basado sobre definiciones claras de los planteamientos de unos u otros. No se ha visto que se hayan juntado las diversas fuerzas para discutir su visión particular del país que cada uno desearía construir y acordar un programa de consenso. Las diferencias se basan en los prejuicios de unos sobre los otros, en especulaciones sobre cómo actuaría cada uno en el Gobierno y hasta en resentimientos personales.

Por otro lado, la idea de un inminente arribo al poder generó también el surgimiento a priori y con escasa legitimidad de origen, de propuestas de nombres de quienes podían ocupar la presidencia. Los nombres y las asociaciones de estos con diversas agrupaciones en pugna, agudizó la competencia sobre supuestas propuestas divergentes.

Tanta era la prisa que se hizo un acuerdo tácito sobre dos valores que no tienen la misma significación para todos: democracia y justicia. Habría estado bien tener al menos esas bases si se hubiese dado un cambio de gobierno a raíz de abril, pero en las condiciones actuales urgiría dilucidar lo que cada quien entiende y los compromisos que está dispuesto a aceptar o no para que ambos conceptos puedan concretarse.

En lo que pude percibir mientras estuve en la Alianza Cívica, los conceptos de unidad que se manejaban al formarse la Coalición Nacional eran los de un alineamiento de partidos y fuerzas, regidos por normas burocráticas de funcionamiento interno, a las que se dedicaron extensas y agotadoras reuniones.  Otra vez la carreta antes de los bueyes.

¿Cómo se puede movilizar una unidad para un objetivo claro como es la libertad y el fin del continuismo, la represión y el caudillismo en Nicaragua, si no se ponen las fundaciones esenciales para trabajar unidos? Esas fundaciones deben partir de un análisis frío y sin triunfalismos de las condiciones actuales; de una evaluación de las debilidades y fuerzas del conjunto para corregir unas y consolidar las otras, un acuerdo de propuestas programáticas mínimas para que la población sepa que ganar una contienda con la dictadura, además de traerles democracia y justicia, cambiará sus vidas para mejor, y un plan de lucha adecuado a las condiciones y restricciones actuales.

Da dolor de patria ver distintos grupos organizando directivas en los territorios cada uno por su lado, y llevando a sus partidarios los prejuicios y conceptos de por qué aliarse con unos y no con otros. Cuando tengamos libertad y democracia y podamos competir en elecciones libres, esto será muy válido, pero esa no es la situación cuando lo que se enfrenta es un contendiente que es común a todos.

Los distintos partidos en este país, las diversas fuerzas, no son la esencia de esta lucha. Lo son sus partidarios sumados al pueblo independiente. Son ellos y ellas quienes harán la diferencia. Dividir por pugnas de cúpulas esas voluntades, esos protagonistas de lo que ha de venir, esos que ahora sufren y quieren un país libre y en paz, no tiene justificación. Quien aspire a gobernar este país, tendrá que gobernar para todos, sean del color político que sean. Ese espíritu democrático y plural del futuro que queremos debe ser el que empiece a funcionar desde ahora. Abramos primero el camino. Si lo hacemos, ya habrá tiempo e instituciones para que cada quien jale agua para su molino.

https://confidencial.com.ni/opinion/la-escurridiza-unidad/

Libertad de expresión, el siguiente blanco del Gobierno de Nicaragua

La escritora Gioconda Belli, presidenta de Pen Nicaragua, reflexiona sobre la ley que tramitó y aprobó la Asamblea Nacional del país, que busca limitar las libertades de los ciudadanos, como la comunicación a través de las plataformas digitales o la colaboración con agentes extranjeros. Belli considera que Nicaragua es un caso especial y que logrará salir de esta situación.

Ver video en este sitio:

https://cnnespanol.cnn.com/video/gioconda-belli-asamblea-nacional-nicaragua-ley-regulacion-agentes-extranjeros-ciberdelitos-aristegui/

El país que perdieron en abril

Si de algo estoy segura es de que no seremos otra Cuba, ni otra Venezuela

La sorpresa

A principios de abril de 2018, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo sentía, no sólo seguridad en su poder, sino también satisfacción por los objetivos cumplidos. Aunque trabajaban orgánicamente, extendiendo su dominio territorial e institucional para derivar en su idea de un socialismo arcaico de partido único, mantenían a la par el esquema capitalista de mercado libre, de estímulo a las inversiones extranjeras, de ampliación de infraestructura, de programas sociales y prebendas que les permitían hacer crecer su base votante.

Este esquema económico, neoliberal en esencia, les estaba funcionando. La economía estaba creciendo, las inversiones aumentaban, sus tradicionales contrincantes ideológicos: el gran capital y la empresa privada, se habían convertido en sus socios. Por otro lado, a pesar de las muy públicas muestras que daban de avanzar en el control total de instituciones, en la partidización de todos los poderes del estado y las fuerzas armadas; a pesar de haberse garantizado reformas constitucionales que aseguraban su permanencia indefinida en el poder, la oposición era tan débil y dispersa que no representaba para ellos un peligro.

Hasta antes del 18 de abril, Daniel y Rosario Murillo, estaban orgullosos de sí mismos y de sus logros. Se sentían dueños y señores de la política, la economía y el futuro de Nicaragua. De ninguna manera estaban sicológicamente preparados para el estallido del descontento popular. Daniel Ortega estaba en Cuba en la inauguración de Díaz Canel. Rosario Murillo, su mano derecha y copresidenta, se hizo cargo de las primeras medidas y cometió su más grave error: juzgó que se trataba de un “grupito” (de allí que se haya aferrado a la idea de los puchitos). Juzgó que era otro movimiento de jóvenes como el de Ocupa INSS del 21 de junio de 2013 y decidió enfrentarlo de igual manera: con matones, motorizados, y grupos de la Juventud Sandinista que actuarían violentos e impunes, dándoles una “lección.” No fue suficiente, y decidió ir con todo, y decidió matar unos cuantos como escarmiento. Muy mal cálculo de la señora. Un mal cálculo basado en su sensación de dominio, de supremacía incuestionada, y las “buenas notas” de popularidad que le aseguraban las encuestas.

Sabemos lo que pasó después. Regresó su marido. Más avezado que ella, él se echó para atrás con las Reformas al INSS, y convocó a un diálogo. Ya para entonces, 62 personas habían muerto o sido asesinadas, la mayoría jovencitos como Alvarito Conrado. Ya para entonces, el país entero protestaba y les demandaba que dejaran el poder. Ya para entonces, sus números de popularidad se habían desplomado. Los que, de mala gana, toleraban su política de hacerse del poder absoluto, vieron de cerca lo que eso significaba: Ortega y Murillo tenían a la mano la capacidad armada del ejército y la policía y la usaban sin cortapisas o controles de ningún tipo.

El diálogo fue un fracaso. Ante la demanda de rendición de un chavalo de 20 años, la pareja perdió el autocontrol. Me he preguntado si algo diferente hubiese sucedido si Ortega hubiese reaccionado con madurez: “Ya sé que quieren que me vaya, pero vamos con calma y veamos si podemos llegar a un arreglo” Pero quizás del otro lado, también había una falsa sensación de poderlo todo. Era una generación que había vivido en libertad, que no había experimentado aún una dictadura represiva, que confiaba en el poder de su ciudadanía y sus reclamos, que aún no conocía la reacción de una pareja que tan sólo días atrás, se sentía omnipotente y segura de su ruta al futuro. En un momento, Ortega y Murillo, transitaron del poder absoluto a la humillación. Y su siquis no lo toleró.

Las consecuencias

Foto: Carlos Herrera | Confidencial

Conocemos las consecuencias: los más de 300 asesinados, la multitud de presos, la persecución, la transformación de la policía en lo que fue para Somoza su ejército privado, los miles de exiliados. Pero bien dice el aforismo: la violencia genera violencia.

Afortunadamente, dada la decisión de un cambio pacífico, la población desarmada, no optó por las armas. Hubo sin duda unas cuantas, pero muy pocas como para que se desatara una lucha armada.

Y, sin embargo, todo cambió en Nicaragua. Vino entonces la palabra a convertirse en arma. Y el gobierno y su comunicadora urdieron la historia del golpe, de la injerencia de Estados Unidos. Incapaces de humildad, atemorizados, Ortega y Murillo reeditaron el discurso de los 80: la gran revolución y la terrible Contra intentando destruirla. Pero se labraron una telaraña, porque no pasaron en vano los dieciséis años sin Ortega, ni incluso los once años de éste, con actos esporádicos de represión. El pueblo se acostumbró a la libertad, se acostumbró a un mundo sin guerra fría, a una presencia norteamericana aceptable: Laura Dogu, por ejemplo, y las donaciones de EEUU a la policía, al Consejo Electoral, las becas, la cooperación con la DEA en la lucha contra las drogas. Y las remesas que vienen de allí, que mantienen a tantas familias.

La represión le ha ganado al régimen sanciones de EEUU y de otros países, pero son sanciones personales a los funcionarios del gobierno. Ningún poder extranjero está armando un ejército como en los 80, ni matando nicaragüenses.

Pero Ortega y Murillo, al armarse de esa narrativa, al convertir a la población descontenta en una versión de la Contra y arremeter sin descanso contra todo el que les parezca peligroso y capaz de volver a las calles o a los satanizados tranques, se han condenado a sí mismos al aislamiento internacional y al repudio nacional.

Ellos saben que ya no gobiernan como antes de abril, saben que no tienen el pueblo dispuesto que pensaban tener, saben que tienen cientos de alacranes dentro de la camisa, gente que se alimenta de ellos, pero cuyo corazón ya no les es leal.

Esto los ha llevado a la tiranía, a un lugar muy distinto al que pensaron llegar suavemente con un pueblo que aceptaría mansamente su poder absoluto, al que tendrían contentos económicamente, dormidos y apacibles con sus canciones de amor y paz y sus constantes alusiones a la voluntad de Dios y la Virgen Santísima, mientras ella y él se crecían en vanidad y en omnipotencia y preparaban su dinastía

Y hay que decirlo: estábamos resignados hasta cierto punto, dispuestos a seguir mal que bien nuestras vidas. Nos alegraba que el país creciera económicamente, que hubiese turismo y bienes de consumo e inversiones. Personalmente reconozco que pensaba que algunas cosas las estaban haciendo bien, pero me parecía intolerable que tuviésemos que pagar el alto precio de quedarnos a su merced, sin democracia, con elecciones fraudulentas, en otra dictadura: la misma mona con distinto rabo.

Por otro lado, los Azul y Blanco estamos aún en un atolladero. Somos sujetos de castigos desmesurados; somos el blanco del odio más concentrado de estos dos gobernantes que aún no logran aceptar su responsabilidad de haberse excedido en sus ambiciones y métodos represivos. Estamos desconcertados ante el proceder cruel y descarnado de sus siquis adoloridas y humilladas. No nos acostumbramos a la idea de vivir bajo semejante dictadura y todavía actuamos con ingenuidad política y seguimos sin organizarnos, dando traspiés, atrapados en la idea de autoconvocarnos, de ser autónomos, y de una democracia medio entendida que nos previene de claridad y propósito unitario.

Los Ortega- Murillo tendrían que ser los primeros en percatarse que perdieron un país, que están como esas cobayas, dando vuelta a una rueda, atrapados en su crueldad. Ya es hora de que se retiren y dejen a otros tomar las riendas. Pero si el instinto de quedarse es mayor que su raciocinio, deben someterse a elecciones sin trampas, confrontar la realidad y dejar de dar patadas y hundir a Nicaragua. Es su única oportunidad de salvar a la nación del odio y la venganza que, de seguir las cosas como van, hará que la historia repita un ciclo de violencia y destrucción que nos afectará a todos. Si de algo estoy segura es de que no seremos otra Cuba, ni otra Venezuela.

Régimen de Daniel Ortega creó una «fantasía» sobre la pandemia, asegura Gioconda Belli

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Gioconda Belli escritora y poeta nicaragüense aseguró a través de una entrevista para CNN que el régimen de Daniel Ortega ha creado una fantasía sobre la crisis sanitaria para hacer creer que la situación en el país centroamericano no es grave “Uno tiene la impresión de que esta siendo gobernados por personas que están alucinando o que están creando una fantasía donde quieren que vivíamos nosotros con ellos y esa fantasía ha hecho que no le den importancia a la pandemia y para quitarle la importancia y decir que esa pandemia iba hacer nada mas como un gripe… empezaron hacer actividades masivas” Explica Belli.

Asimismo, destacó que la dictadura de Ortega y Murillo “hicieron como una obra de teatro con todo el país y cayeron en la ilusión y ahora estamos sufriendo a partir de mayo se han multiplicado exponencialmente los casos de personas que han sufrido y que han muero, y ellos siguen negando la verdadera cantidad de gente que han muerto” agregó la poeta nicaragüense.

Belli comentó que hasta la fecha en Nicaragua van mas de mil personas fallecidas a causa de la Covid-19, además agregó que los centros hospitalarios de Nicaragua están a su tope.

“Rosario Murillo tiene la convicción tal y como lo dijo un periodista oficialista que para el 19 de julio se acaba la pandemia por obra y gracia de la magia de nuestra primera dama” dijo sarcásticamente Gioconda Belli ante las cámaras de CNN.

La escritora también destacó el complicado escenario que viven los médicos y periodistas ante la enfermedad y las decisiones gubernamentales “este gobierno ha cerrado los ojos ante esta situación y nos esta exponiendo a todos a enfermarnos y morirnos, no entendemos que está pasando” dijo Belli.

 

Gioconda Belli: “Gobierno de Nicaragua ha cerrado los ojos al coronavirus y creado una fantasía”

La escritora y poeta Gioconda Belli hace un análisis de la forma en que el gobierno de Nicaragua ha gestionado el manejo de la pandemia de coronavirus. Belli considera que el gobierno de Daniel Ortega ha creado una fantasía sobre la crisis sanitaria para hacer creer que la situación en el país centroamericano no es grave. Además, la escritora explica el complicado escenario que viven los médicos y periodistas ante la enfermedad y las decisiones gubernamentales.

Ver estracto del video en el siguiente link:

https://cnnespanol.cnn.com/video/gioconda-bello-gobierno-nicaragua-manejo-pandemia-coronavirus-daniel-ortega-rosario-murillo-medicos-periodistas-aristegui/

Mis preguntas a los sandinistas en tiempos de pandemia

Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Este virus no distingue entre sandinistas y no sandinistas.

Fui sandinista de 1970 a 1993. Sé lo que es la lealtad y la fe en una causa. Sé el efecto que tienen las asambleas, los discursos, los jefes con sus portes heroicos. También sé lo que es esperar por sueños que nunca suceden; la arrogancia de los dirigentes para oír críticas, el miedo, que poco a poco se riega, de decir lo que uno siente y piensa; el miedo a ser acusado de “contra “o convertirse en paria. O sea, comprendo por lo que están pasando muchos de ustedes, porque muchos de nosotros lo vivimos incluso en la época más romántica y vital de la revolución; esa que muchos de ustedes ni conocieron pero que se les vende como un sueño “cristiano, socialista y solidario”; un sueño que le costó a Nicaragua, más de 30 000 muertos, muertos que eran campesinos, que era nuestra propia gente nicaragüense, que se rebeló contra la falta de democracia y el autoritarismo que se impuso en los 80, pero que poniéndoles el rótulo de “contras” nos enseñaron a odiar, haciéndonos creer que hacerlo era ser “antimperialista”, hijos de Sandino y de Carlos Fonseca.

Las ideologías, cuando son impuestas y reclaman lealtad hasta la muerte, son muy peligrosas. Ceder la opinión propia, la capacidad de analizar y pensar, es muy peligroso; uno se convierte en oveja, en carne de cañón, en recitador de consignas, en opresor; uno se convierte en todo lo que pensó no era ser revolucionario: en chivato, agresor y asesino de su propia gente.

En esta pandemia terrible, que se está llevando a nuestros hermanos y hermanas, en muertes súbitas donde ni los podemos acompañar a sus últimas moradas, no puedo dejar de sentir profundo dolor. Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Y a eso quiero referirme, al engaño que ha sido una constante de este régimen de Rosario Murillo y Daniel Ortega; ese engaño que nos está enfrentando y causando grandes males a este país. Y la única manera de salir de ese engaño es no negarnos a ver la realidad.

  1. Qué acaso no dijeron el comandante y la “compañera”, que para esta pandemia ellos estaban preparados; que, con salud comunitaria, con brigadas de salud, ¿no había de qué preocuparse porque ellos lo tenían todo bajo control?
  2. ¿Qué no dijeron que sería como una gripe, como un catarro? ¿Que no había que quedarse en la casa porque se vendría abajo la economía? Si hubieran sido más sabios y preocupados, hubieran dispuesto dar ayuda alimentaria, ayuda para pagar deudas, ayuda económica, hubieran cuidado a los que tenían que seguir ganándose el pan. Lo han hecho otros Gobiernos de Centroamérica. Pero aquí, en Nicaragua, ellos no. No han bajado los enormes precios del agua, la luz, los teléfonos; no han hablado con los bancos para que hagan una moratoria para los préstamos. Este Gobierno no ha hecho nada para ayudar a los más pobres. Los mandó a la calle a contaminarse para no parar la economía y tener excusas para no ayudarles económicamente.
  3. ¿Qué acaso no los hicieron marchar en molote, los invitaron a fiestas, los animaron a no hacer caso de los llamados de la sociedad civil, de la Alianza y la Unidad a cuidarse? ¿Qué acaso no dijeron que quienes les decían que había que cuidarse eran alarmistas, que lanzaban noticias falsas porque lo que querían era hacer un “golpe de Estado”, como falsamente llamaron a la Rebelión de Abril de 2018? Uno hasta podría pensar que han querido que todos nos enfermemos, que haya una gran catástrofe para así poder posponer las elecciones.
  4. ¿Cómo se explican que el Minsa decía que no había “contagio comunitario” y en Cuba, cinco nicaragüenses llegaron infestados? ¿Cómo se explican que el Minsa haya reportado 25 casos una semana, y 254 en la otra y ahora, que ya no pueden seguir tapando el sol con un dedo, reportan 480 nuevos casos positivos y 18 muertos? ¿De veras creen ustedes que solo 18 personas han muerto?
  5. Nos han mentido. Y esa mentira nos está costando vidas que pudieron haberse salvado con una política de salud más racional, con solo seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.
  6. ¿Cómo pueden aceptar que se siga arriesgando a nuestra juventud y niños, obligándolos a ir a clases, arriesgando a los profesores, de los cuales ya han muerto tres y muchos están contaminados y yendo aún a trabajar por miedo a que los despidan?
  7. Poco les faltó para decir que la oposición había inventado el virus con sus “cerebros deformes y extraterrestres”

Somos el país que tiene más altos funcionarios condenados mundialmente por violaciones a los Derechos Humanos por la matanza de 2018; con presos políticos que se están muriendo en la cárcel sin que se les brinde ninguna compasión, gente que por izar una bandera está presa. Hay 100 000 nicas en el exilio pasando las negras. La Policía  nos vigila, los del barrio nos vigilan, hay patrullas y antimotines en las calles por miedo a que la gente vuelva a manifestarse, cosa que es un derecho ciudadano. Mientras otros países han repatriado a sus conciudadanos atrapados en el extranjero por la pandemia, aquí se les ha prohibido la entrada.

Este virus, como bien se advirtió, no distingue entre sandinistas y no sandinistas. No es el “ébola de los ricos” como alguien dijo. Quienes más han andado en la calle, asistiendo a eventos organizados por el Gobierno, han tenido más riesgos. Por eso han muerto policías, secretarios políticos, y están graves alcaldes. Mientras ustedes andaban en la calle, el comandante y su esposa, se han quedado guardados, bien guardados. No los hemos visto visitar barrios, ni hospitales para ver cómo está su gente.

Y siguen los engaños y los secretos: A los médicos no les dejan decir a los familiares qué es lo que pasa con sus enfermos. Entierran personas sin decirle a la familia. Las cifras del MINSA no son exactas, no lo han sido desde el principio. Mucha gente todavía sigue creyendo que las advertencias sobre la pandemia son exageradas cuando todos debíamos andar con mascarillas, guardar la distancia, no asistir a eventos con el montón de gente.

El libro blanco que sacaron en esta semana echa la culpa de la crisis económica a los imperialistas y a los vendepatrias y dice que por eso el país estaba menos preparado. Pero si el país estaba menos preparado, ¿por qué no se tomaron más precauciones?

Tras trece años del Gobierno de Ortega-Murillo seguimos siendo el segundo país más pobre de América Latina, ¿cómo se les ocurrió entonces aplicar el modelo de uno de los países más ricos y desarrollados de Europa, el “modelo sueco” que, por cierto, está fallando? Ya llevan más muertes que Dinamarca, Alemania y otros países que sí se cuidaron.

A mí, como nicaragüense y que conocí de cerca el sandinismo original de la lucha contra la dictadura, me inspira profunda rabia y dolor esta versión cruel, incompetente donde dos personas se han apropiado del país. Ellos se han hecho dueños y señores de nuestro destino y de la conciencia de tanto buen y abnegado compañero a través de engaños de la peor especie.

No podemos aceptar que nos manden a confrontarnos siempre, no podemos vivir como enemigos eternamente. Quién maneja un país a punta de engaños y de enfrentar unos contra otros amenazando con armas, no merece ninguna lealtad.

Si ustedes no ven ahora la ceguera y voluntarismo con que Daniel y Rosario han tratado esta pandemia, el engaño del que los han hecho cómplices arriesgando sus vidas y las de sus familias, ustedes perderán no solo sus derechos como militantes -si es que aún tienen alguno- sino que estarán condenando a ese sandinismo en el que creen al repudio y rechazo de todo el pueblo.

https://confidencial.com.ni/mis-preguntas-a-los-sandinistas-en-tiempos-de-pandemia/

Una trinchera menospreciada

La pandemia nos ha encontrado asediados por esa otra enfermedad: la del temor y la inseguridad que rodean nuestras vidas y amenazan nuestra libertad.

Constantemente aparecen en las redes sociales quienes imprecan y conminan a las organizaciones de la sociedad civil o a figuras públicas a abstenerse de comunicados o condenas “de escritorio” contra la dictadura. “Hagan algo” “No hacen nada” “Dejen de hablar”, reclaman. Ciertamente que vivir en este país y soportar un régimen que, además de represor, luce cada vez más incapaz de hacerse cargo de los problemas del país, es desesperante.

La epidemia de covid-19 con la política de aglomeraciones, de desinformación, de obviar el problema y tratar de convencer a la población de que todo está bien y son víctimas de las “noticias falsas” de la oposición, está un cobrando su alto precio. Muy difícil ocultar en Nicaragua una enfermedad que empieza a cobrar cada día más víctimas. No somos una sociedad quieta, ni discreta. “El llanto clama lo que el miedo niega” y el llanto se está extendiendo.

La pandemia se suma a una acumulación de errores y dislates que nos ha venido empujando contra la pared. Las palabras de Alvarito Conrado “no puedo respirar” describieron, premonitorias, la situación en que nos encontramos. Somos presas del miedo cerval de una pareja que no ha encontrado más respuesta para el pánico de perder el poder, que convertir su miedo en un arma. Han proyectado de todas las maneras posibles su miedo asegurándose de que nos contagie a todos. La pandemia nos ha encontrado asediados por esa otra enfermedad: la del temor y la inseguridad que rodean nuestras vidas y amenazan nuestra libertad.

“Cada quien es dueño de su propio miedo”, dijo Pedro Joaquín Chamorro, cuando le preguntaron si temía que la dictadura somocista lo matara.  En nuestro caso, como nación, podemos preguntarnos: ¿Somos culpables de nuestro propio miedo? Un país que ha vivido dos guerras con miles de muertes, una matanza reciente contra una rebelión desarmada, cientos de prisioneros y exiliados, además de terremotos, huracanes, incendios y deslaves, no carece de valor, pero ha aprendido a valorar más su vida. La guerra sicológica, los secuestros, el encarcelamiento, los asedios diarios, las amenazas, las destituciones son un campo minado para la acción ciudadana. La respuesta normal es proteger la vida. La otra respuesta es la lucha armada. Afortunadamente, la segunda opción se ha descartado. Armarse contra una dictadura requiere de un proceso largo, costoso y sangriento. Nicaragua lo sabe por experiencia, como sabe que esta opción no necesariamente resulta en la democracia y la libertad a la que se aspira.

De manera que la labor que realizan las organizaciones de la sociedad civil: la denuncia constante, el emplazamiento al poder, el trabajo internacional, no deberían verse como formas inútiles o insuficientes de resistencia. Desde abril de 2018 hasta la fecha se ha hecho un infatigable y testarudo esfuerzos para mantener viva la llama de la memoria y de la esperanza. Cientos de personas, desde los medios independientes, hasta las organizaciones en nuestro país trabajan día a día en no dejar descansar a la dictadura, en señalar sus descarríos y en socavar ese poder omnímodo que despliegan sus paramilitares, policías, diputados, sus medios y sus serviles peones en el Estado. Ese coro, ese griterío, no es en nada despreciable.

La conciencia de lo que pasa es el eje sobre el nace el espíritu luchador; es lo que alimenta el deseo de justicia y la santa ira de un pueblo. Sin esas tareas de recordación de los crímenes cometidos, de denuncia por la condición de los presos políticos, de trabajo para hacer ver al mundo lo que pasa y aislar a la dictadura, alertar sobre secuestros y asedios, y ahora sobre lo que nos quieren ocultar de la pandemia y sus consecuencias, estaríamos castrados, inutilizados.

Disponemos de esas armas y las usamos a más no poder. Son trincheras nada despreciables. Apreciar los esfuerzos que se hacen, no desestimularlos, producir ideas, no acicatear rivalidades, unir no confrontar sería una contribución considerable. Somos un país de imperfectos, de hijos de una cultura política nefasta. La “nueva” democracia es respetar las diferencias y señalar errores para construir, no para desviar la guerra contra la dictadura hacia nosotros mismos. La primera libertad para poder conquistar la de todos, es la de liberarnos nosotros mismos de los prejuicios e intolerancias que retardan que nos convirtamos en un puño contra la iniquidad del régimen.

https://confidencial.com.ni/una-trinchera-menospreciada/

Desinformación

Gioconda Belli y periodistas critican «desinformación» del Gobierno de Ortega

La poeta y escritora nicaragüense Gioconda Belli y un grupo de periodistas criticaron este lunes el manejo de la información del Gobierno de Daniel Ortega a la pandemia del coronavirus, que se cobró la vida de cinco personas en el país.

05.05.2020 08:08

Durante un conversatorio denominado «El valor de la prensa independiente en la defensa de la salud y vida», Belli reprochó que el Gobierno sandinista maneje de forma centralizada la enfermedad del COVID-19, a pesar que es un tema de salud pública.

Belli, que de joven luchó contra la dictadura de los Somoza y militó en el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), al que perteneció durante el primer régimen (1979-1990), calificó esa política de comunicación como «disparatada» y que en lugar de informar, desinforma.

«Es bien triste y preocupante que no haya, de parte del Gobierno, una información adecuada», apuntó.

Campaña contra medios y periodistas

La periodista Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997), dijo que con el COVID-19 se ha «amplificado» el nivel de censura en Nicaragua, que se remarcó con el estallido social de abril de 2018.

«Esa censura está afectando la salud y la vida de los nicaragüenses», consideró.

Por su lado, el periodista de Confidencial Wilfredo Miranda dijo que en Nicaragua hay una política deliberada de ocultar información pública y querer desacreditar el trabajo de los medios independientes.

Denunció que el Gobierno cuenta con «una fábrica de troles» que se dedica, entre otras cosas, a generar noticias falsas para después desacreditar a los medios y a los periodistas.

«Ese es un arma de la dictadura para desestimar el trabajo de los periodistas», denunció.

Ataques no cesan

La jefa de prensa del canal de televisión 100 % Noticias, Lucía Pineda, dijo que la «dictadura», en alusión al Gobierno de Ortega, no se cansa de atacar a la prensa independiente.

Recordó que el Gobierno mantiene confiscado el edificio donde transmitían su noticiero, les canceló la licencia para trasmitir en televisión abierta, y encarceló a su director Miguel Mora y a ella tras las manifestaciones antigubernamentales que estallaron en abril de 2018, del que luego fueron excarcelados.

Según dijo, desde el Ejecutivo les han botado dos cuentas que tenía el canal en Youtube, bloquean sus transmisiones en Facebook, y que los periodistas siguen recibiendo amenazas y chantajes.

«Los ataques del Gobierno contra los periodistas no han cesado», confirmó, por su lado, Juan Carlos Duarte, director de Radio Camoapa.

Consideró que el Gobierno «tiene temor al disenso» y quiere imponer una «narrativa irreal» de la crisis sociopolítica y de la crisis sanitaria.

Pese a toda esa presión, señaló Duarte, el Gobierno no ha podido desestimular el trabajo del periodismo independiente.

Casi 2.000 violaciones a la libertad de prensa

La también comunicadora María Lilly Delgado, corresponsal de la cadena de televisión Univisión, señaló que en Nicaragua se viven tres crisis: una sociopolítica desde abril de 2018, una económica, y la sanitaria, que impactan en la forma de hacer periodismo en el país.

Observó que los medios se han tenido que reinventar en Nicaragua en los dos últimos años, porque además de la falta de información pública, los periodistas son amenazados por ejercer su labor por los seguidores del presidente Ortega.

Según datos de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, que organizó ese conversatorio junto al capitulo nacional de PEN Internacional, desde abril de 2018 a la fecha contabilizan 1.979 violaciones a la libertad de prensa, entre ellas 147 en lo que va de 2020.

Destacó que si bien existe «un aparato represivo que está enfocado en los medios de comunicación, los periodistas se mantienen sin miedo, sin ataduras y sin pagar favores».

Con información de EFE

https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Gioconda-Belli-y-periodistas-critican-desinformacion-del-Gobierno-de-Ortega-uc751856?fbclid=IwAR3HEoluBCSaAcOynu7ldRtfmTVFmFuhtO89nRZBbXSFiIU4Fr_aPvFGbMQ

Tarde de encierro

 

Leyendo “Kafka en la orilla” de Murakami. Durante esta pandemia y el confinamiento, hay una revelación fundamental: la necesidad del arte

 

Y aquí estoy. Son las 2:09 pm. Llevo 9 minutos de retraso en mi horario de ponerme a escribir. Pero tengo miedo. Siempre que estoy adentrándome en una novela, allá por la página 25, cuando ya llevo varios días resolviendo la lógica de la historia en mi mente y siento que tengo la claridad necesaria para entrarle a la página en blanco con decisión, el terror me lo impide. Soy como un perro que da vueltas alrededor de su cola y rehúsa dejar de hacer el tonto. No sé por qué me pasa esto. Así que esta mañana he dado vueltas por las redes, atolondrada con tanto que se dice, se denuncia, se celebra. Realmente cuántos mundos andamos dentro cada uno de nosotros y cómo nos parecemos en nuestras preocupaciones y hasta en nuestras frivolidades.

Ayer terminé de leer una novela rarísima, pero extraordinaria, de uno de mis novelistas preferidos: el japonés, Haruki Murakami. Se llama “Kafka en la orilla”. Este escritor es un domador de la imaginación. La tiene en exceso, pero sabe domarla para que salte y haga piruetas a su antojo. Crea un espacio urbano en ciudades como Tokio, Shizuoka, Nagoya, y hace que sucedan casualidades inverosímiles o fenómenos inexplicables. Pero la construcción literaria es tan impecable que uno entra en su mundo dándole el beneficio de la credibilidad, por mucho que la incredulidad se revuelva y reclame al lector su lugar. Sus palabras son una corriente poderosa en la que nos hace nadar presa de su desmesurada, pero brillante inventiva Hay un personaje, por ejemplo, que habla con los gatos. A las pocas páginas estamos encantados con lo que dicen éstos. Otra proeza del autor es hacer del tiempo un cómplice dúctil o crear personajes vivos que tienen fantasmas de sí mismos. Murakami no se inscribe dentro de la corriente del realismo mágico, Nada en su literatura se asemeja a García Márquez, a excepción del deslumbre que nos causa.

Cada año, Murakami se menciona entre los posibles ganadores del Premio Nobel. No creo que él le de mucha importancia. El primer libro suyo que leí, se llama “El pájaro que atornilla el día”  (The Wind Up Bird Chronicle)  Este que les comento reposaba en mis estantes sin leerse desde hace varios años. El encierro me hizo tomarlo ahora. Debo decir que, en las primeras páginas, sus novelas pueden resultar tan desconcertantes como para que uno las deje y se dedique a otra, pero en este caso, decidí perseverar. Anoche cuando terminé casi a las dos de la mañana, estaba tan conmovida que lágrimas lentas rebalsaron mis ojos. Me fui a dormir con una emoción profunda que no sabía siquiera como explicarme a mí misma. Era la historia del libro, pero también era el homenaje de mi alma a una obra de arte, un salto en el vacío, una apuesta literaria arriesgada, un knock out con un plumero de palabras exactas.

Durante esta pandemia y el confinamiento, ha quedado claro que, como seres humanos, podemos sobrevivir sin mucho de lo que consumimos. Dentro de la sencillez de las rutinas cotidianas el tiempo se transforma; los nombres de los días se cambian por ayer, hoy y mañana. Y hay una revelación fundamental: la necesidad del arte. Leer, ver películas, oír música, adentrarnos en el silencio pensativo dentro de nosotros mismos, nos conecta con nuestra humanidad y nos hace percatarnos de que el contacto con la belleza, la creatividad y la imaginación humana son esenciales para esa honda, quieta vocación de felicidad que resiste aún en medio de la adversidad.

https://confidencial.com.ni/tarde-de-encierro-leyendo-kafka-en-la-orilla/

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