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Régimen de Daniel Ortega creó una «fantasía» sobre la pandemia, asegura Gioconda Belli

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Gioconda Belli escritora y poeta nicaragüense aseguró a través de una entrevista para CNN que el régimen de Daniel Ortega ha creado una fantasía sobre la crisis sanitaria para hacer creer que la situación en el país centroamericano no es grave “Uno tiene la impresión de que esta siendo gobernados por personas que están alucinando o que están creando una fantasía donde quieren que vivíamos nosotros con ellos y esa fantasía ha hecho que no le den importancia a la pandemia y para quitarle la importancia y decir que esa pandemia iba hacer nada mas como un gripe… empezaron hacer actividades masivas” Explica Belli.

Asimismo, destacó que la dictadura de Ortega y Murillo “hicieron como una obra de teatro con todo el país y cayeron en la ilusión y ahora estamos sufriendo a partir de mayo se han multiplicado exponencialmente los casos de personas que han sufrido y que han muero, y ellos siguen negando la verdadera cantidad de gente que han muerto” agregó la poeta nicaragüense.

Belli comentó que hasta la fecha en Nicaragua van mas de mil personas fallecidas a causa de la Covid-19, además agregó que los centros hospitalarios de Nicaragua están a su tope.

“Rosario Murillo tiene la convicción tal y como lo dijo un periodista oficialista que para el 19 de julio se acaba la pandemia por obra y gracia de la magia de nuestra primera dama” dijo sarcásticamente Gioconda Belli ante las cámaras de CNN.

La escritora también destacó el complicado escenario que viven los médicos y periodistas ante la enfermedad y las decisiones gubernamentales “este gobierno ha cerrado los ojos ante esta situación y nos esta exponiendo a todos a enfermarnos y morirnos, no entendemos que está pasando” dijo Belli.

 

Gioconda Belli: “Gobierno de Nicaragua ha cerrado los ojos al coronavirus y creado una fantasía”

La escritora y poeta Gioconda Belli hace un análisis de la forma en que el gobierno de Nicaragua ha gestionado el manejo de la pandemia de coronavirus. Belli considera que el gobierno de Daniel Ortega ha creado una fantasía sobre la crisis sanitaria para hacer creer que la situación en el país centroamericano no es grave. Además, la escritora explica el complicado escenario que viven los médicos y periodistas ante la enfermedad y las decisiones gubernamentales.

Ver estracto del video en el siguiente link:

https://cnnespanol.cnn.com/video/gioconda-bello-gobierno-nicaragua-manejo-pandemia-coronavirus-daniel-ortega-rosario-murillo-medicos-periodistas-aristegui/

Mis preguntas a los sandinistas en tiempos de pandemia

Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Este virus no distingue entre sandinistas y no sandinistas.

Fui sandinista de 1970 a 1993. Sé lo que es la lealtad y la fe en una causa. Sé el efecto que tienen las asambleas, los discursos, los jefes con sus portes heroicos. También sé lo que es esperar por sueños que nunca suceden; la arrogancia de los dirigentes para oír críticas, el miedo, que poco a poco se riega, de decir lo que uno siente y piensa; el miedo a ser acusado de “contra “o convertirse en paria. O sea, comprendo por lo que están pasando muchos de ustedes, porque muchos de nosotros lo vivimos incluso en la época más romántica y vital de la revolución; esa que muchos de ustedes ni conocieron pero que se les vende como un sueño “cristiano, socialista y solidario”; un sueño que le costó a Nicaragua, más de 30 000 muertos, muertos que eran campesinos, que era nuestra propia gente nicaragüense, que se rebeló contra la falta de democracia y el autoritarismo que se impuso en los 80, pero que poniéndoles el rótulo de “contras” nos enseñaron a odiar, haciéndonos creer que hacerlo era ser “antimperialista”, hijos de Sandino y de Carlos Fonseca.

Las ideologías, cuando son impuestas y reclaman lealtad hasta la muerte, son muy peligrosas. Ceder la opinión propia, la capacidad de analizar y pensar, es muy peligroso; uno se convierte en oveja, en carne de cañón, en recitador de consignas, en opresor; uno se convierte en todo lo que pensó no era ser revolucionario: en chivato, agresor y asesino de su propia gente.

En esta pandemia terrible, que se está llevando a nuestros hermanos y hermanas, en muertes súbitas donde ni los podemos acompañar a sus últimas moradas, no puedo dejar de sentir profundo dolor. Me duelen las muertes físicas, pero también el engaño que las ha hecho multiplicarse. Y a eso quiero referirme, al engaño que ha sido una constante de este régimen de Rosario Murillo y Daniel Ortega; ese engaño que nos está enfrentando y causando grandes males a este país. Y la única manera de salir de ese engaño es no negarnos a ver la realidad.

  1. Qué acaso no dijeron el comandante y la “compañera”, que para esta pandemia ellos estaban preparados; que, con salud comunitaria, con brigadas de salud, ¿no había de qué preocuparse porque ellos lo tenían todo bajo control?
  2. ¿Qué no dijeron que sería como una gripe, como un catarro? ¿Que no había que quedarse en la casa porque se vendría abajo la economía? Si hubieran sido más sabios y preocupados, hubieran dispuesto dar ayuda alimentaria, ayuda para pagar deudas, ayuda económica, hubieran cuidado a los que tenían que seguir ganándose el pan. Lo han hecho otros Gobiernos de Centroamérica. Pero aquí, en Nicaragua, ellos no. No han bajado los enormes precios del agua, la luz, los teléfonos; no han hablado con los bancos para que hagan una moratoria para los préstamos. Este Gobierno no ha hecho nada para ayudar a los más pobres. Los mandó a la calle a contaminarse para no parar la economía y tener excusas para no ayudarles económicamente.
  3. ¿Qué acaso no los hicieron marchar en molote, los invitaron a fiestas, los animaron a no hacer caso de los llamados de la sociedad civil, de la Alianza y la Unidad a cuidarse? ¿Qué acaso no dijeron que quienes les decían que había que cuidarse eran alarmistas, que lanzaban noticias falsas porque lo que querían era hacer un “golpe de Estado”, como falsamente llamaron a la Rebelión de Abril de 2018? Uno hasta podría pensar que han querido que todos nos enfermemos, que haya una gran catástrofe para así poder posponer las elecciones.
  4. ¿Cómo se explican que el Minsa decía que no había “contagio comunitario” y en Cuba, cinco nicaragüenses llegaron infestados? ¿Cómo se explican que el Minsa haya reportado 25 casos una semana, y 254 en la otra y ahora, que ya no pueden seguir tapando el sol con un dedo, reportan 480 nuevos casos positivos y 18 muertos? ¿De veras creen ustedes que solo 18 personas han muerto?
  5. Nos han mentido. Y esa mentira nos está costando vidas que pudieron haberse salvado con una política de salud más racional, con solo seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.
  6. ¿Cómo pueden aceptar que se siga arriesgando a nuestra juventud y niños, obligándolos a ir a clases, arriesgando a los profesores, de los cuales ya han muerto tres y muchos están contaminados y yendo aún a trabajar por miedo a que los despidan?
  7. Poco les faltó para decir que la oposición había inventado el virus con sus “cerebros deformes y extraterrestres”

Somos el país que tiene más altos funcionarios condenados mundialmente por violaciones a los Derechos Humanos por la matanza de 2018; con presos políticos que se están muriendo en la cárcel sin que se les brinde ninguna compasión, gente que por izar una bandera está presa. Hay 100 000 nicas en el exilio pasando las negras. La Policía  nos vigila, los del barrio nos vigilan, hay patrullas y antimotines en las calles por miedo a que la gente vuelva a manifestarse, cosa que es un derecho ciudadano. Mientras otros países han repatriado a sus conciudadanos atrapados en el extranjero por la pandemia, aquí se les ha prohibido la entrada.

Este virus, como bien se advirtió, no distingue entre sandinistas y no sandinistas. No es el “ébola de los ricos” como alguien dijo. Quienes más han andado en la calle, asistiendo a eventos organizados por el Gobierno, han tenido más riesgos. Por eso han muerto policías, secretarios políticos, y están graves alcaldes. Mientras ustedes andaban en la calle, el comandante y su esposa, se han quedado guardados, bien guardados. No los hemos visto visitar barrios, ni hospitales para ver cómo está su gente.

Y siguen los engaños y los secretos: A los médicos no les dejan decir a los familiares qué es lo que pasa con sus enfermos. Entierran personas sin decirle a la familia. Las cifras del MINSA no son exactas, no lo han sido desde el principio. Mucha gente todavía sigue creyendo que las advertencias sobre la pandemia son exageradas cuando todos debíamos andar con mascarillas, guardar la distancia, no asistir a eventos con el montón de gente.

El libro blanco que sacaron en esta semana echa la culpa de la crisis económica a los imperialistas y a los vendepatrias y dice que por eso el país estaba menos preparado. Pero si el país estaba menos preparado, ¿por qué no se tomaron más precauciones?

Tras trece años del Gobierno de Ortega-Murillo seguimos siendo el segundo país más pobre de América Latina, ¿cómo se les ocurrió entonces aplicar el modelo de uno de los países más ricos y desarrollados de Europa, el “modelo sueco” que, por cierto, está fallando? Ya llevan más muertes que Dinamarca, Alemania y otros países que sí se cuidaron.

A mí, como nicaragüense y que conocí de cerca el sandinismo original de la lucha contra la dictadura, me inspira profunda rabia y dolor esta versión cruel, incompetente donde dos personas se han apropiado del país. Ellos se han hecho dueños y señores de nuestro destino y de la conciencia de tanto buen y abnegado compañero a través de engaños de la peor especie.

No podemos aceptar que nos manden a confrontarnos siempre, no podemos vivir como enemigos eternamente. Quién maneja un país a punta de engaños y de enfrentar unos contra otros amenazando con armas, no merece ninguna lealtad.

Si ustedes no ven ahora la ceguera y voluntarismo con que Daniel y Rosario han tratado esta pandemia, el engaño del que los han hecho cómplices arriesgando sus vidas y las de sus familias, ustedes perderán no solo sus derechos como militantes -si es que aún tienen alguno- sino que estarán condenando a ese sandinismo en el que creen al repudio y rechazo de todo el pueblo.

https://confidencial.com.ni/mis-preguntas-a-los-sandinistas-en-tiempos-de-pandemia/

Algo huele a podrido en Nicaragua

Seis millones de nicaragüenses estamos expuestos no sólo al coronavirus, sino al actuar inconcebible del Gobierno de Ortega, el más desquiciado o maquiavélico del mundo

Partidarios de Daniel Ortega participan en una manifestación para
Partidarios de Daniel Ortega participan en una manifestación para Carlos Herrera EL PAÍS

Mientras en todo el mundo los países intentan frenar el tránsito de personas, cierran sus fronteras, imponen la distancia social y el aislamiento domiciliar, en Nicaragua el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, con una política que supera los anales más oscuros del realismo mágico latinoamericano, pareciera empeñado en darle la bienvenida a la epidemia abriéndole todas las puertas.

En Nicaragua las autoridades declaran que no se cerrarán fronteras, ni se pondrá en efecto una cuarentena. Más aún, el sábado 14 de marzo, la primera dama ––poder vengativo e implacable del país––, Rosario Murillo, que es además la vicepresidenta de su marido el presidente, ordenó concentraciones en las principales ciudades y pueblos del territorio nacional. Convocadas como marchas de solidaridad con los pueblos afectados por el virus, la señora bautizó la concentración de sus partidarios y funcionarios estatales, como “El amor en tiempos del COVID 19”, una siniestra referencia literaria a la gran novela de Gabriel García Márquez. Incomprensible y rayano en la locura, resultó el espectáculo de la gente marchando aglomerada, al lado de carrozas decoradas con grandes afiches de ella y su esposo, donde personal de salud hacía la pantomima de atender en el hospital a un ciudadano que hacía las veces de enfermo postrado en una camilla. Detrás de esa escena de feria, chicas vestidas de enfermeras se contoneaban bailando con rótulos que mostraban los pasos para lavarse las manos, en un suelo pleno de globos rosas y verdes.

Desde abril de 2018, tras la rebelión popular que demandaba la renuncia de Ortega, los nicaragüenses hemos aprendido que la dictadura es capaz de rebasar una y otra vez nuestra capacidad de espantado asombro. En su mesiánica cruzada por recuperar el poder amenazado, el régimen arremetió contra su pueblo con todo el poder de su aparato represivo. Trescientas y tantas muertes más tarde, vivimos amenazados, vigilados y asediados. La policía y los antimotines son omnipresentes. No hay leyes que nos protejan. Secuestran y encarcelan personas a diario sin argumentos ni orden judicial, se acosa a familias opositoras; la dictadura decreta duelo por la muerte del poeta Ernesto Cardenal y luego manda partidarios fanatizados a impedir la solemnidad de su misa fúnebre. En las montañas, campesinos opositores aparecen asesinados por la espalda cada semana. Golpean periodistas con saña y han confiscado los medios más importantes. Sin embargo, con voz de santa agraviada, la señora Murillo, en su diaria alocución de mediodía, afirma su amor a Dios, a la paz y predica el odio contra los grupúsculos “satánicos” que osaron desafiar el paraíso que ella cultivaba para su pueblo.

La pandemia del coronavirus en medio de esas circunstancias y del desatino y desinformación a que nos somete esta pareja, ha venido a agravar el sentimiento de indefensión y vulnerabilidad en que nos encontramos en el país. Es desconcertante percibir semejante falta de cordura en un momento tan grave como éste. El asombro se transforma en miedo al vernos expuestos al actuar de una pareja que, durante las protestas de abril 2018, prohibió que se les brindara atención médica a los jóvenes heridos en la revuelta. Alvarito Conrado, de 15 años, con un disparo en el cuello murió cuando no lo recibieron en emergencias de un hospital público. Cientos de médicos fueron despedidos meses después por desobedecer la inhumana directiva de la ministra de Salud.

A diferencia de los otros gobiernos de Centroamérica que han declarado estados de emergencia, Ortega y Murillo no sólo hacen alarde de los cruceros que siguen arribando a nuestros puertos del Pacífico, si no que mandan que sean recibidos por niñas con trajes típicos que abrazan a los turistas al pisar suelo nicaragüense. Para la próxima Semana Santa, el Ministerio de Turismo anuncia que ha organizado ochenta actividades recreativas. Habrá maratones de baile, festival gastronómico, festival de las reinas del verano, fiestas al aire libre en las playas más concurridas, festivales de música, de comparsas, concurso de esculturas de arena; en fin, suficientes eventos públicos como para que el coronavirus se reproduzca sin freno y contagie sin remedio a centenares en nuestro hermoso y desgraciado país.

Un policía que nos detuvo para pedirnos documentos a mi esposo y a mí, expresó con gran sonrisa su convicción de que el coronavirus no llegaría a Nicaragua. “Aquí no viene porque hace calor”, dijo. Es lo que Murillo ha repetido como mantra en sus diarias alocuciones. Aunque aún no se ha registrado oficialmente ningún caso, ya la embajada de Estados Unidos ha pedido a sus nacionales que abandonen el país previendo un posible colapso del sistema de salud.

Seis millones de personas en mi pequeña patria estamos así expuestas no sólo al coronavirus, sino al actuar inconcebible del gobierno más desquiciado o maquiavélico del mundo.

Al escribir esto, me viene súbito el recuerdo del libro de Philip Gourevitch sobre el genocidio en Ruanda. El título cita la carta de un pastor que iniciaba con la formalidad de esta frase: “Escribo para informarle que mañana vendrán a matarnos con nuestras familias”.

Parafraseando a Shakespeare: Algo huele a podrido en Nicaragua.

MANAGUA — Estamos a un año de la rebelión cívica y popular en Nicaragua que dejó más de 300 muertos en cuatro meses, casi 1500 heridos, más de 50.000 personas en el exilio y 700 presos políticos.

Desde entonces ha quedado claro que aunque la mayoría de los ciudadanos piden la salida del presidente Daniel Ortega y de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, el binomio presidencial pretende seguir en el poder a cualquier precio.

El modo de operar de la pareja en el poder es cada vez más ambiguo e impredecible y con más frecuencia recurre a discursos que aumentan en inverosimilitud: al principio argumentaba que las protestas ciudadanas eran un intento de golpe de Estado, pero después empezaron a advertir que los que se les oponen son “diabólicos”. Quizás por eso Nicaragua se parece cada vez menos a un país y más a una distopía totalitaria. A Murillo, incluso, se le conoce como la Gran Hermana, por 1984 de George Orwell. La versión distorsionada de Nicaragua de los líderes está cada vez más lejos de la Nicaragua que sus ciudadanos anhelan. Orwell parece estar instalado en mi país.

El 12 de junio desperté con un susurro: “Ayer liberaron a los presos, a todos”. Pero pronto supimos que no eran todos. La Alianza Cívica —que integra un grupo de organizaciones no gubernamentales y ciudadanos que representa a la oposición en los diálogos titubeantes con el régimen de Ortega-Murillo—, se rehúsa a regresar a la mesa de negociación hasta que no se liberen 83 presos más que la dictadura acusa de delitos comunes.

Los temas que quedan pendientes no son menores: instaurar urgentes reformas electorales y adelantar la convocatoria a elecciones. Pero hay poca confianza en que el diálogo avance. Ahora las negociaciones están estancadas, la represión se ha endurecido y el relato que se impone en mi país es uno que parece escrito por Orwell.

Después de aplastar la rebelión cívica del año pasado, el gobierno ha confiscado ilegalmente los principales medios de comunicación independientes, ha encarcelado a periodistas, ha cerrado centros de pensamiento y organizaciones de derechos humanos y ha prohibido las manifestaciones multitudinarias. Hoy, las calles de Managua son vigiladas sin descanso. Los intentos de la población de reunirse y protestar atraen decenas de patrullas y antimotines.

Frente a la actuación represiva del régimen, lo más positivo ha sido el civismo de la población que ha demostrado una disciplina admirable en su compromiso de no recurrir a las armas o la violencia. Han recurrido, en cambio, al ingenio. Los opositores de la sociedad civil usan los colores de la bandera nacional para retar a la dictadura. Quizás por ello portar la bandera nacional se ha convertido en razón suficiente para ser arrestado.

El 8 de junio en sesión extraordinaria, la Asamblea Nacional —compuesta, en su mayoría, por legisladores fieles al gobierno— aprobó una legislación que llamó Ley de Amnistía. Bajo la máscara de absolver a quienes son inocentes, se exime a policías y paramilitares represores. Y, aún más preocupante, imposibilita a los liberados a seguir protestando. El artículo 3 de la ley usa la figura de “no repetición”: si los ex presos políticos repiten el “delito”, no solo vuelven a la cárcel, sino que se reactivan sus sentencias. El periodista Miguel Mora me dijo: “¿Quieren decir que si hago otro reportaje, me encarcelan de nuevo?”.

La ley fue condenada por expertos en derechos humanos, pero, en el giro orwelliano de mi país, así fue como ese 11 de junio liberaron sorpresivamente a 56 presos políticos. En Nicaragua las celebraciones son intermedias: la ley repudiada permitió que salieran del encierro algunos de los líderes más reconocidos de la rebelión. Y, de inmediato, empezó una nueva ola de hostigamiento. Patrullas y antimotines rodearon las misas que se ofrecieron en honor de los liberados. La Catedral fue asediada por grupos de choque que hirieron con piedras y golpearon a los asistentes. La casa de Irlanda Jerez, quien se ha convertido en una figura de la resistencia civil, fue tomada por paramilitares. “Voy a seguir […] aquí, en Nicaragua, luchando y exigiendo justicia y libertad para todos”, dijo Jerez.

A pesar de las condenas internacionales y evidencias sobre la represión indiscriminada, la dictadura desestima los informes de atropellos a los derechos humanos con un cínico discurso que los convierte de victimarios en víctimas: convierten la opresión de su gobierno en una defensa ideológica. Pese a ese delirante discurso oficial, Ortega y Murillo saben que pisan arena movediza. El aislamiento, la crisis, la Ley Magnitsky que Estados Unidos aplicó a funcionarios de alto nivel del régimen y las sanciones de Canadá, les han aguado la fiesta totalitaria. Temen que si se les aplica el Nica Act o la Carta Democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA), sumadas a la peor crisis económica y social de sus años en el poder, frustre sus intenciones de perpetuarse indefinidamente.

Estamos frente a un matrimonio astuto y hábil en dividir a sus adversarios y en tergiversar el discurso público, pero la oposición continúa en un proceso de diálogo para fortalecer y ampliar la fuerza civil bautizada como Unidad Azul y Blanco. Con las reformas electorales, este grupo sería el partido idóneo para derrotar a Ortega en unos comicios futuros. Para lograr el objetivo de sacar a la pareja presidencial del poder por la vía electoral, los ciudadanos deben continuar la presión en las calles a pesar de la represión, pero también es necesario que se mantenga y profundice la presión internacional. En ambos frentes se trabaja con ahínco. Esa perseverancia tendrá que dar fruto. Solo así Nicaragua dejará de ser una distopía autoritaria y comenzará a parecerse a la democracia que los ciudadanos queremos.

Un poema para las muchachas prisioneras en el Chipote,
LA VERDAD ENCARCELADA
¿Cómo se oirá la lluvia en las celdas de El Chipote?
(Alguna vez fue ese el nombre del campamento de Sandino)
Imagino el sonido en el techo y a través de las ventanas,
las muchachas agradecidas por el frescor
sentadas en el suelo con la espalda contra la pared
recordando el ruido de los patios de sus casas
la voz de sus madres o sus pasos apurados
yendo a quitar la ropa de los tendederos.
Muchachas jóvenes, obligadas a los camastros
al mal olor y el apretujamiento
Amaya, Victoria, Elsa, Yaritza,
con sus rostros sin marcas ni arrugas
todavía guardan el sonido de las risas en las marchas
el cansancio de protestar, el entusiasmo de pensar
que libraban batallas para que no volvieran a morir
los muertos, los compañeros y sus nombres
los que andaban escritos en cartelones
caminando entre la multitud.
No imaginaban entonces
que en ese país donde crecieron
las arrancarían de sus casas
las enfundarían en trapos azules
les arrebatarían el sol.
Ellas no nacieron en un país donde siguieran pasando esas cosas.
Donde se repetirían las historias que les contaban de niñas
historias de masacres y cárceles y torturas.
No pensaron que podía sucederles a ellas
alumnas aplicadas
universitarias estudiosas
en los útimos años de sus carreras.
Pero allí están
oyendo la lluvia y la lista de culpas acumuladas en su contra.
Las armas en el suelo cuando las enseñaron a la prensa
y dijeron que eran ellas quienes las andaban,
armas que jamás habían visto.
Los carceleros no ponen atención a sus explicaciones,
pero ellas se las repiten en la oscuridad de las celdas.
Los argumentos de su inocencia
caen como la lluvia en los patios
agua que se pierde en las acequias
agua que el poder no recoge, ni quiere escuchar.
Nada de lo que digan será usado a su favor
porque la verdad también pasa las horas con ellas
en las celdas oscuras donde llueve.
Gioconda Belli/ Septiembre 22, 2018

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